viernes, 16 de febrero de 2007
Álvaro
- ¿Por qué sus alas tan cruel quemó la vida?
¿Por qué esta mueca siniestra de la suerte? * -

La más amarga demostración de la ley de Murphy es un hombre noble, responsable, servicial, extremadamente amoroso con su familia; él no tenía ningún enemigo, su único error fue estar en el lugar equivocado a la hora que no era. A sus 33 años era el gerente de un banco, dejó una niña de no más de 10, María José, y un bebé de 7 meses, Francisco José (a ver, adivina su segundo nombre).

Álvaro se levantó una mañana de septiembre con el pie izquierdo, o tal vez no debió haber salido de su cama - y escondida en las aguas de su mirada buena, la suerte agazapada marcaba su compás* -. Aun me cuesta creer la cruel manera en que todos los factores se configuraron en su contra, y él sin siquiera imaginar la pésima suerte que lo esperaba salió a trabajar. No al banco, era sábado y le ayudaría a su padre en las labores de la finca, como siempre lo hizo.

La noche anterior había llovido, no sé cuanto porque no estuve ahí. Habían regado el cultivo maíz esa semana, de modo que esa mañana Álvaro, su papá y el trabajador de la finca tenían que recoger el sistema de tuberías de aluminio utilizadas para esto. - Como perros de presa las penas traicioneras celando su cariño galopaban detrás *-.

Cargando uno de los pesados tubos de 5 metros con sus brazos, caminaba por la tierra húmeda, cerca del profundo reservorio que proveía el agua para el riego. Nadie sabe cómo, en un instante de esos que pueden cambiar tu vida (o tu muerte), Álvaro tropezó y el tubo se levantó sobre él, alcanzando unas cuerdas de alta tensión que no deberían estar tan bajas. Todo sucedió como en cámara lenta, la violenta descarga eléctrica lo dejó inconsciente y con fuerza lo lanzó al lago ante la mirada impotente de su padre.

Una llamada desesperada a la finca contigua, casi sin poder hablar la mamá de Álvaro le contó a la mía lo que acababa de pasar, mi padre y uno de mis hermanos llegaron lo más rápido que pudieron al lugar donde se encontraba su cuerpo, pero ya no había nada que hacer. -Sus ojos se cerraron, y el mundo sigue andando *- y de eso se cumplen hoy cinco meses.

La muerte de mi primo me impactó de una forma que ni yo me imaginaba, nunca había sentido la muerte tan cercana, tan cruel, en menos de un mes hubo tres en la familia, la de Álvaro fue la última y la más impresionante. Hay muchas cosas (la gente, la vida, el ser y el estar) que simplemente damos por sentadas, como que volvería a ver a Álvaro cuando viajara en navidad a mi casa, ¿por qué no? Jamás me había puesto a pensar que para morirse sólo se necesita estar vivo.

Cuando me llamaron a contarme creí haber entendido mal el nombre ¡¿Álvaro José, mi primo?! No dejaba de preguntarme por qué Dios también se equivoca, o sencillamente no podemos entender sus decisiones. Quería estar allá aunque no sirviera de nada, acompañar a mis papás a la infinidad de actos en honor a Álvaro y hablar con su familia, sin embargo no sé que les habría dicho en ese momento.

En un pueblo pequeño los chismes viajan más rápido que la luz, pocas horas después, alguien (sin mala intención) indicó que la víctima de tan horrible accidente había sido mi hermano mayor, malentendido que fue aclarado de inmediato; unas semanas más tarde algunas personas iban a la finca a preguntar cuánto estaban pidiendo por ella, porque habían oído que los padres de Álvaro no querían volver a poner un pie por allá. En diciembre me llenó de tristeza ver su foto en uno de esos periódicos amarillistas, con una historia completamente alterada.

-Se apagaron los ecos de su reír sonoro, y es cruel este silencio que me hace tanto mal *- .La muerte de Álvaro sólo me deja muchas preguntas, mucha rabia al pensar que un insignificante cambio de los sucesos de esa mañana pudo haberle salvado la vida, ¿Y si él hubiera caminado por otro sitio? ¿Y si no se hubiera tropezado? ¿Y si las cuerdas hubieran estado unos metros más arriba (como debería ser)?; pero de nada sirve atormentarme con esas preguntas, lo que pasó ya no se puede cambiar. Sólo quise escribir esta historia para ver si por fin termino de asimilarla.

*Fragmentos de “Sus ojos se cerraron”, hermoso tango de Alfredo Le Pera y Carlos Gardel.

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 2:21 p. m. |


3 Infelices comentarios:


  • At 1 de marzo de 2007, 0:15, Blogger KANOBI

    Que conste en el acta...este es el único...post que no tienen comentario.

    Pero lo único que uno puede decir, con la certeza de no equivocarse, es lo que ya se sabia:

    "Hay muchas cosas (la gente, la vida, el ser y el estar) que simplemente damos por sentadas, como que volvería a ver a Álvaro cuando viajara en navidad a mi casa, ¿por qué no? Jamás me había puesto a pensar que para morirse sólo se necesita estar vivo".

    Ahí lo dice.

     
  • At 9 de mayo de 2007, 8:58, Anonymous Anónimo

    Pues eso ayuda, si. (el escribirla)

    Oye, y ¿había dicho que escribes muy bien?

    No, no lo había hecho hasta ahora.

     
  • At 29 de abril de 2008, 23:35, Blogger MOA

    Todos los que tuvimos la dicha de conocer a Alvaro José, sabemos el dolor que se siente por su auscencia.
    Es imcompresible que álguien tan joven, álguien que vivió tan de prisa su vida y alcanzó tantas metas, álguien que invadía de alegría el lugar que lo rodeaba, ya no lo volvamos a ver; sólo queda la esperanza de que en el más allá (y que ojalá exista) tengamos nuevamente la oportunidad de volvernos a reunir.