martes, 29 de mayo de 2012
Porque de gacela a centella no hay sino un par de zancadas

Harto se burló de mí la comadre querida el día que conté en la más desierta de las redes sociales las peripecias que tuve que hacer para alcanzar la ruta de la empresa.

También me la montaron porque escribí "persecusión", qué bestia.

Fue hace un par de meses, una mañana en la que, para variar, iba tarde y llegué a mi parada solo para ver al bus cruzando la calle en el siguiente semáforo, con una cuadra de ventaja. En ese momento pensé ¿Patitas pa’ qué las quiero si no es para alcanzar esa hijuemadre ruta? Y sin perder más tiempo me eché a correr de la única forma en que sé correr: como niña. Pero mi carrerón tuvo que detenerse en el mismo semáforo en el que un minuto antes había visto al bus, ahora estaba en rojo y una corriente interminable de carros me separaba del objeto de mi persecución. (<-- ¿si vieron que ya aprendí?)

Habiendo perdido la esperanza y el aire levanté la cabeza y me di cuenta de que el bus seguía parado en la bomba después del semáforo, esperando a la recepcionista que, a pesar de que iba tan tarde como yo, tenía a su favor encontrarse del lado correcto del semáforo y el hecho de que el conductor ya había notado su maratón entaconada. Finalmente la cola de carros me dejó un pequeño espacio por el que pude cruzar la calle, y retomando mi pique de ratero logré alcanzar la lejana puerta del bus, desparramándome en la primera silla libre que encontré. Mientras abordaba, justo después de la recepcionista, el chofér me dijo algo como “huy, Maria, yo la veía por el retrovisor y eso parecía una gacela”. Y es precisamente esa palabrita la que le sigue causando tanta gracia a Mafe y la que seguimos usando para burlarnos cuando nos toca pegarnos la carrerita detrás de un bus, que como ustedes Julius ya habrán notado para mí es cosa de cada semana.

Por lo tanto una pequeña parte de mí ya estaba lista para gaceliar esta mañana en la que, una vez más, salí de mi casa con cinco minutos de retraso. Una mirada rápida hacia el semáforo bastó para confirmar mis sospechas: el bus ya había pasado por mi parada y se alejaba de mí con paso lento pero constante. Mis reflejos gacélicos se pusieron en marcha y un segundo después ya estaba corriendo como niña poseída en plena tercera norte. Pero el maldito semáforo volvió a hacerme la misma, dejando seguir al bus y cambiando inmediatamente a rojo para impedirme el paso. Lo malo es que esta vez no habría recepcionista que me salvara. La ruta siguió su camino, sin mí, y yo ya estaba resignada a pagar los $2000 de la buseta que me deja en la puerta de la planta. Sí, yo sé, tanto drama y tanta carrera sólo por no pagar dosmilpinchespesos. Estaba en esas cuando un motociclista me llamó desde el otro carril:

Motociclista: Niña, ¿necesita alcanzar ese bus?
No marica, me gusta correr detrás de buses random y después contemplar cómo se alejan.
Yo:  Ehmmn, sí.
Motociclista: Súbase, yo la arrimo.
¿y si el man este quiere es robarme? ¿Y si me secuestra? Mmm, ¿Y si es Tatán Mejía ocultando su identidad con ese casco? ¿Subirme a la moto de un desconocido o coger buseta de dos mil? 
Yo: Mmm, bueno.
Motociclista: Hágale, ¿cuál es?
Yo: ese blanco con verde que va subiendo el puente.

Dicho esto me trepé a la moto, el tipo le metió la chancleta y comenzó a perseguir a mi bus metiéndose entre dos filas de carros. Y allí iba yo, sintiéndome la copiloto del mismísimo Centella (casi podía oír la cancioncita esa en japonés al fondo), con el viento helado en la cara y un poco de susto porque este tipo de cosas no pasan todos los días. Afortunadamente la persecución no duró mucho, alcanzamos el bus gracias a un trancón que se había formado bajando el puente de Sameco. Mi Tatán Mejía personal comenzó a pitarle y hacerle señas al chofér hasta que éste por fin me vio, me hizo una mueca entre espanto y risa y me abrió la puerta para que pudiera entrar.

“Las aventuras de Maria(), la gacela motorizada”, muy pronto en un cine cerca a usted. 

Sólo me quedaba agradecerle al man, despedirme de él y bajarme de su moto. Pero por supuesto no podía faltar el tropezón-casi-caída, como si el chofér de la ruta y mis compañeros no tuvieran ya suficiente material para montármela… Y así fue como pasé de gacela a capitán Centella, sólo por no programar el despertador unos quince minuticos más temprano. No me vengan a decir que no es cierto que esto sólo me pasa a mí.

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 6:19 p. m. | 16 Infelices comentarios
jueves, 10 de mayo de 2012
¡Ay, ve! Mi primera cana


Y la segunda, y la tercera, y la cuarta… y ya perdí la cuenta.

Creo que siempre recordaré al 2012 como el año en que empecé a llenarme de canas. Aterradoras e irreversibles se me aparecen cada vez que me peino frente a un espejo, y se reproducen exponencialmente las malditas. Algunas veces me las arranco, pffft, como si eso sirviera de algo. Supongo que ya es hora de aceptar la realidad: algún día voy a tener todo el pelo blanco, no hoy ni mañana ni el próximo año, pero sí más pronto de lo que me imaginaba.

No tengo ni idea del porqué de la aparición prematura de estos pelitos detestables, es posible que la herencia por el lado de mi papá tenga algo que ver. Lo que sí sé es que son horribles y no los soporto (a los pelos blancos, la familia de mi papá sí me cae bien), y que si siguen apareciendo a esta velocidad tendré que tomar medidas radicales para esconderlos. Eso sí, si llegara a tomar tales medidas sería sólo por razones estéticas, porque si el propósito de estas canas es hacerme sentir vieja no lo lograrán, tengo muy claro que una cosa es ser canosa y otra cosa es ser anciana.

Hoy estoy cumpliendo 24 años, sería completamente ridículo sentirme vieja a esta edad, si todavía tengo problemas con eso de considerarme “adulta” y comportarme como tal. Ayer en el almuerzo hablaba con una practicante de la empresa acerca de lo tonto e innecesario que me parece andar ocultando la edad o restándose años. Para mi sorpresa, ella me contó que de vez en cuando dice que tiene 19 años y la gente le cree. No dudo que le crean, la chica es menor que yo y tiene cara de colegiala, lo que digo es: ¿qué necesidad tiene uno de quedarse varado en los 19? Es más bacano darse cuenta de todo lo que se ha hecho y vivido durante el tiempo que ha pasado. Ella me la monta y dice que estoy trascendental porque dentro de un año habré completado el cuarto de siglo, yo le contesto que no estoy trascendental y que si sigue jodiendo no le doy torta, jum.

En todo caso lo importante es que estoy cumpliendo años. Y canosa y todo lo celebraré con sushi, cerveza, volcán de chocolate con helado, comida sorpresa, celular nuevo, amigos, familia, novio, y mis siempre queridos Julius. 

¡Yay por mí!

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 9:02 a. m. | 13 Infelices comentarios