viernes, 21 de marzo de 2014
Yeyito, ¿qué es una estrella fugaz?

Alguna vez, sacando papeles viejos en la casa de mi abuela materna, encontramos unas cartas que mi abuelo le escribió cuando eran novios. La llamaba "mi muñequita" y le pedía que no peleara con sus hermanas porque le prohibían verlo. Al leer esas cartas descubrí que la relación de mis abuelos en aquella época fue difícil. Me costó trabajo entender que la familia de mi abuela se opuso a que fuera novia del Yeyito, porque yo lo conocí como un hombre al que todos respetaban y amaban.

Mi abuelo sólo estudió hasta primero de bachillerato, sin embargo aprendió por su cuenta todo aquello sobre lo que quiso saber, su conocimiento sobre cultura general era inmenso. Con él se podía hablar sobre cualquier tema, preguntarle cualquier duda y siempre se aprendía algo nuevo.

No tenía educación formal y había perdido una pierna siendo muy joven, poniéndolo así es apenas entendible que mis bisabuelos se preocuparan cuando mi abuela quiso compartir su vida con él.


Afortunadamente tenían una cómplice en la familia, ella fue la encargada de llevar cartas de un lado al otro. No conozco los detalles de la historia pero lo que sí sé es que tuvo un final feliz. Se casaron y tuvieron siete hijos, nunca les faltó nada y, como decía antes, mi abuelo se convirtió en un hombre muy querido y respetado incluso por los que en un principio se opusieron a recibirlo en la familia.



Siendo pequeña tuve la fortuna de crecer cerca a ellos. Íbamos casi todas las tardes a la casa de mis abuelos y ellos pasaban los domingos en la nuestra. Yo tenía 5 o 6 años y sentía (sigo sintiendo) una admiración enorme por mi abuelo. Estaba en esa edad del "¿y por qué?" en la que los niños quieren entenderlo todo y se la pasan preguntando y cuestionando, muchas veces corchando o aburriendo a los papás. La solución de mi mamá era la mejor: pregúntale al Yeyito.


Fue así cómo resulté indagando a mi abuelito sobre todo tipo de materias, y él, con su paciencia infinita, explicándome cosas desde cómo distinguir entre mi mano izquierda y mi mano derecha hasta cómo vuelan los aviones. Creo que puedo señalar a mi abuelo como uno de los primeros culpables de mi gusto por la ingeniería, de él heredé la pasión por investigar, por aprender todo sobre cualquier tema que me llame la atención.


Recuerdo en especial una pregunta que le hice mientras estaba sentado en el corredor de su casa: Yeyito, ¿qué es una estrella fugaz? No recuerdo su respuesta palabra por palabra, pero su explicación fue tan clara y tan sencilla que se me quedó grabada en la mente. Me dijo que no eran estrellas iguales a las que vemos en el cielo, que eran "pedacitos" que caían a la tierra tan rápido que se ponían brillantes.


Hoy, que mi timeline en facebook se ha visto inundado por fotos del abuelo, pienso que él fue como una estrella fugaz en mi vida. Porque no es igual a tantos intelectuales y genios que uno conoce o lee por ahí, él fue un "pedacito" de conocimiento que pasó frente a mí más rápido de lo que hubiera querido, que me compartió esa luz que traía y me dejó esos recuerdos tan bien implantados que dos décadas después siguen apareciendo con claridad en mi memoria.


Hace exactamente 20 años le celebramos el cumpleaños número 70. Fue una fiesta por todo lo alto, con todos sus hermanos, con sus siete hijos y los catorce nietos que habían nacido hasta ese momento. Hubo una piñata gigante que tumbamos usando su bastón y cuyo contenido nos peleamos por igual adultos y niños.



En el diciembre siguiente, un enfisema pulmonar con el que había batallado durante mucho tiempo se llevó al Yeyito. Fueron 70 años vividos plenamente, 70 años en los que se sobrepuso a todos los obstáculos que se encontró y fue feliz. Y nosotros fuimos felices junto a él, por eso, y aunque suene egoísta,  nos duele que esos 70 años hayan sido muy poco tiempo para disfrutarlo. Por eso se me llenan los ojos de lágrimas al escribir sobre él, aun después de 20 años de su partida.

Hoy, más que llorar su muerte, celebro la vida de un hombre maravilloso, de un ejemplo invaluable para mí y para mis tíos y primos. Y espero que donde esté, junto a la Yeyita, nos espere a todos con paciencia, porque volveremos a encontrarnos y todavía me quedan muchas preguntas por hacerle.


Feliz cumpleaños, Yeyito.

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 12:57 p. m. | 10 Infelices comentarios
miércoles, 11 de julio de 2012
¡Sí será bugueña!



Está comprobado que la imprudencia viene preinstalada el en disco duro de mi familia.

Mi hermano recién casado quiso inaugurar su nuevo apartamento preparando una raclette para sus suegros, mis papás, mi novio y yo. Sólo cuando ha terminado de poner la mesa descubre la incomodidad de acomodar a ocho personas en un comedor de cuatro puestos, el cual también están estrenando. Es en ese momento cuando recuerda que la mesa trae una extensión que se puede abrir para conseguir una mayor superficie, pero obviamente es mucho más difícil abrirla con toda esa cantidad de platos encima. Mi mamá, contemplando esta escena desde el otro lado de la sala comedor, no tiene una mejor idea que decirle a todo pulmón:


¡¡Sí serás pastuso!!

La cosa es que la esposa de mi hermano y sus papás son pastusos. Los señores se ríen incómodos y mi linda madre ni cuenta se da de la barbaridad que acaba de decir. Días después la llamo para preguntarle si es consciente de lo imprudente que fue. Me dice que no entiende de qué le estoy hablando, le repito sus palabras… creo que todavía está riéndose. Es que esto sólo le pasa a ella.

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 6:20 p. m. | 6 Infelices comentarios
martes, 27 de septiembre de 2011
Hablando de trasteos...


Hace un año fue mi grado de la universidad. Recuerdo que por esos días mi papá viajó desde Buga para acompañarme en la ceremonia y para ayudarme a empacar y despachar todas mis cosas, ya que una semana después tenía que estar instalada en Cali y lista para empezar a trabajar.


El día de su llegada lo primero que hice fue recibirle la maleta y desempacarla, tenía instrucciones precisas de mi madre de colgar el traje de mi papá en mi closet para que no fuera a arrugarse para el gran día (el traje, mi papá no tendría por qué arrugarse).


El segundo día empezamos a empacar mi trasteo. No fue mayor cosa porque mis pertenencias siempre han sido más bien pocas. Lo que más espacio ocupaba era el computador, nos costó trabajo conseguir una caja lo suficientemente grande para empacarlo, pero al final encontramos una tan grande que el monitor quedaba bailando adentro de ella. Rápidamente don MacGyver solucionó el problema pidiéndome que le trajera todos mis sacos para “cuñar” la pantalla y protegerla del viaje.


Los sacos se acabaron y seguía sobrando espacio en la caja, recurrí a los pantalones, pijamas y la bata de laboratorio que usé durante toda la carrera. Estaba vieja, rota y llena de manchas, pero no quería botarla porque me había acompañado durante tanto tiempo… apegos pendejos que tiene uno.


Finalmente terminamos de llenar la gigantesca caja junto a otras tres, las sellamos y las dejamos listas para despachar a Buga el día siguiente. Era momento de relajarnos y celebrar. Esa noche comimos con mis tíos y nos tomamos una botella de vino, pero no podíamos trasnochar, al día siguiente teníamos que estar en Corferias a las 10 am para la ceremonia de grado.


Por insistencia de mi tía, antes de irme a dormir alisté la ropa que iba a usar, incluidos zapatos y maquillaje. Se me ocurrió de paso revisar que el traje de mi papá estuviera completo y ¡oh sorpresa!, no lo estaba. En mi closet, ahora desocupado, no quedaba ni rastro de la camisa blanca de mi padre. Una segunda inspección reveló algo peor: la cochina bata de laboratorio seguía ahí, lo cual sólo podía significar que era la camisa blanca la que estaba hecha bolita en el fondo de la caja del computador.


Y fue así como terminamos desempacando la caja muy a las once de la noche de la víspera de mi grado, prendidos y cansados, para encontrar la camisa más elegante de mi papá toda arrugada, empolvada, pero eso sí: cumpliendo muy bien su función de cuñar mi monitor.


Él dijo que era culpa mía porque yo le pasé la camisa junto con mis sacos, yo dije que era su culpa porque la tuvo en la mano y no se dio cuenta que para ser una bata de 5 años estaba muy blanca y bien planchadita. Pero en el fondo ambos sabíamos la verdad: ¡esto sólo nos pasa a nosotros!


Una planchada express a la mañana siguiente y la chaqueta del traje fueron suficientes para disimular el percance.


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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 4:10 p. m. | 6 Infelices comentarios
domingo, 19 de junio de 2011
El Día que me Quieras
Algunos años antes de que yo naciera mis papás participaron en una película colombiana. Los contactaron porque la producción andaba buscando carros antiguos, pues la historia estaba ambientada en el año 1935. Mi papá, orgulloso propietario de un camión Chevrolet modelo 26, no permite que nadie más lo maneje, y fue así como terminó siendo contratado como extra, con el papel de conductor del camión. Viajaron dos o tres fines de semana a Popayán, donde se estaba rodando la película, y se hospedaron en el mismo hotel que los protagonistas.

Muchas veces oí las historias de mis papás acerca de la grabación, los actores, la historia… yo tenía muchas ganas de ver la película pero conseguir una copia parecía ser imposible. Hice algunas búsquedas en internet pero la información que encontré fue mínima, sólo la mencionaban en un par de sitios sin dar más detalles. Hace más o menos un año, pasando canales durante una noche de domingo nos encontramos la dichosa película en Señal Colombia, ya se estaba acabando, pero al menos pude ver una de las escenas más mencionadas por mis papás: un concierto en el que ellos dos aparecen entre el público. Verlos en la pantalla me dejó aún más antojada de tener la película completa.

Habiendo conocido todo este cuento, alguien muy importante para mí (¿tengo que decir quién?) se hizo a la tarea de encontrar la película y el pasado 6 de mayo, cuatro días antes de mi cumpleaños, llegó a mi casa de Buga su súper regalo, no podía creerlo, por fin la tenía en mis manos: “El Día que me Quieras”, de Sergio Dow.

Gracias Chino :)

La película narra una visita de Gardel a Caracas durante la dictadura... la de Gómez, no la de Chávez. El protagonista es un tipo llamado Pío (Fausto Verdial), un comunista al que se le está acabando el tiempo para hacer algo significativo con su vida. Lleva 10 años de noviazgo con María Luisa (María Eugenia Dávila)… y de aquello nada; pero la ha convencido de que se irán a vivir a Ucrania, compañero. María Luisa y su hermana reciben como invitado especial a Carlos Gardel, interpretado por el hombre Trololó, la noche en que finalmente descubren que el camarada Pío no sirve para maldita la cosa.

“Trololololó-lololó-lololó-ohhh”

Hace un par de semanas vi la película junto a mis papás, quería oír nuevamente las historias que habían repetido por años, pero esta vez podría ver las imágenes que describían. El camión de mi padre hace su primera aparición en el minuto 7:00, como parte de una fantasía socialista de Pío. Mi papá al verlo se queja de todo el tiempo que se necesitó para grabar esas escenas, para que después de la edición sólo aparezcan unos cuantos segundos.

“Por el espíritu combativo que en poco tiempo logrará imponerse, al recobrar las masas una definitiva conciencia histórica bajo la conducción del glorioso proletariado nacional” cof-mamerto-cof.

Decidido a impulsar la revolución, Pío arroja papeletas desde la iglesia hacia la plaza y dos policías salen a perseguirlo. Mientras huye se cruza con el desfile que está recibiendo a Gardel, y cómo no, ahí va mi papá. Pío termina escondido nada más y nada menos que en el camión, logrando escapar de la fuerza opresora.

El carro amarillo de adelante es un Essex modelo 22, y es de mi tío.

Con la estelar aparición de… la cabeza de don Rodrigo :P

La historia sigue, clases de socialismo, promesas ucranianas, más papeletas, reflexiones acerca de la ociosidad de los amores largos, homenajes a Gardel, una groupie que moja cuco cada vez que lo nombran, y tangos aquí y allá. En la película usaron grabaciones del verdadero Gardel, pero mis papás me cuentan que el actor que lo interpretaba tenía muy buena voz y sonaba igualitico a él, tanto que a veces la gente se acercaba a pedirle canciones. Dicen que era un hombre lo más de sencillo, a diferencia de María Eugenia Dávila que, como siempre se ha dicho, era medio impotable.

Finalmente, en el minuto 50 vuelvo a encontrarme a mi papá. Pero ya no está de espaldas y vestido de chofer, no señor, ahora aparece todo elegante y muy bien acompañado:


Mis papás: 20 años más jóvenes y con dos hijos menos.

La escena del concierto se grabó en el Teatro Municipal de Popayán, no habían pasado muchos años desde el terremoto y el teatro estaba cerrado por daños. Así que después de realizar ciertas pruebas para garantizar que era seguro trabajar adentro, taparon las grietas con telones y consiguieron suficiente público para simular un concierto real. Mis papás no eran un par de extras cualquiera, estaban sentados justo detrás de las protagonistas.

Mi mamá ve la escena y recuera el vestido rosado que le prestaron y cómo la maquillaron, mi papá prefiere recordar a Omar Sánchez, uno de los actores que estaba cerca a ellos y que aprovechaba cualquier pausa para hacer circular una botella de aguardiente entre la audiencia.


Mi imagen favorita, me gusta imaginarme que mi mamá le está pidiendo la botella a mi papá, jeje.

La película termina con la canción a la que le debe el nombre, hay un segundo desfile para despedir al cantante, y a medida que éste se va alejando van saliendo los créditos.

Es la única vez que se ve el camión de frente.

Francamente, la película es Mala, así, con M mayúscula. Sin embargo para mí tiene un valor sentimental enorme, la veré otras 500 veces, la guardaré para mostrársela a mis hijos y siempre que tenga la oportunidad hablaré del breve paso de mis padres por la pantalla grande. Y si bien es cierto que mi papá no aparece en los créditos podemos decir que su camión sí:


FIN

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 7:15 p. m. | 22 Infelices comentarios
domingo, 27 de junio de 2010
Mi papá tiene las vidas del gato
Una mañana del año 1993 (según lo que recuerda mi madre), mientras mis hermanos y yo nos alistábamos para ir al colegio, mi papá discutía afuera de la casa con el trabajador. Si mal no recuerdo lo estaba regañando porque el día anterior había salido sin avisar, dejando a mi hermano de 7 años solo en la finca.

La discusión terminó con un ruido estremecedor, el trabajador acaba de dispararle a mi papá con una escopeta. De pie, a escasos dos metros de distancia, el malnacido le disparó a su patrón apuntándole al pecho. Mi papá no sabe cómo, pero logró esquivar el tiro. Los perdigones se incrustaron en la pared del establo y a él sólo le quedó la pólvora en su brazo izquierdo, un día encerrado en el calabozo de la policía junto a su agresor, y el terror indescriptible de haber visto de cerca a la muerte… pero no sería la primera vez.

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Yo estudiaba en el colegio La Enseñanza, la jornada se acababa a la 1:20 pm y todos los días a esa hora mi mamá estaba esperándome en la camioneta verde. Pero cuando daban las 2 y yo seguía esperando a la salida del colegio sabía que ese día mi papá había sido el encargado de recogerme, él siempre se demoraba haciendo sus vueltas y llegaba tarde. Cierto día dieron las 2, las 2:30, las 3… a las 3:30 ya el colegio estaba vacío y una monja me acompañaba en la portería, finalmente vi llegar la camioneta, conducida por mi mamá.

Recuerdo que al subirme me pareció extraño ver uno de los overoles de trabajo de mi papá doblado sobre el asiento. Una abeja salió volando sobre el overol y yo dije: “mira mamá, una abejita”, ella de inmediato contestó: “sáquela, mátela, no, no la toque. Su papá está gravísimo en el Seguro Social”, supongo que esa no era la forma en la que ella quería darme la noticia.

Esa mañana mi papá estaba arando, pasó cerca de un enjambre de abejas asesinas y probablemente “sopló” la colmena con el escape de su tractor. Los insectos descargaron su furia instintiva contra mi padre, quien al lanzarse del tractor para correr cayó de tal forma que su rodilla derecha giró en la dirección incorrecta.

Tirado en el suelo, incapaz de levantarse por el dolor en su rodilla, fue atacado por miles de abejas durante más de media hora. Me ha contado que se echaba tierra encima para protegerse, y que cuando trataba de gritar para pedir ayuda la boca se le llenaba de abejas.

Un amigo de mi papá había quedado de verse con él ese día, entró en su carro hasta el cultivo y al salir le dijo a uno de los trabajadores: “no encontré a don Rodrigo, pero allá atrás hay un tipo al que lo están matando las abejas, y yo me voy porque soy alérgico”. Si no fuera por esa visita mi padre no estaría contando la historia.

Mi papá llegó al hospital con paro respiratorio y renal. Sólo del brazo derecho (el que usaba para cubrirse la cara) le sacaron 500 aguijones, que es aproximadamente la dosis letal para un adulto. Tenía picaduras en las orejas, la lengua, el paladar, adentro de los párpados, entre el pelo, etc. No me imagino el dolor.

Una semana en el hospital y una posterior cirugía de meniscos bastaron para volver a dejarlo como estaba. Eso sí, no puede ver una abeja o insecto similar porque sale a perderse, es más, el sonido de las detestables vuvuzelas que se pusieron de moda con el mundial de fútbol, lo desespera tanto que no ha sido capaz de ver un sólo partido completo.

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Hace tres años, lo que comenzó como una aparente gripa terminó llevándolo a cuidados intensivos de la clínica Rafael Uribe Uribe de Cali. La enfermedad avanzó con tal velocidad y fuerza, que yo nunca terminé de asimilarlo. Cuando me decían “la situación es muy grave”, yo simplemente me aferraba al recuerdo del hombre saludable que una semana atrás jugaba a asustarme.

Los médicos bugueños no pudieron diagnosticar la leptospirosis que lo estaba consumiendo y decidieron trasladarlo, tenía la tensión por el piso. En la ambulancia rumbo a Cali, mi papá “se nos iba quedando”, palabras de mi tía que lo acompañó. Al llegar a la clínica, una doctora identificó de inmediato los síntomas que ella misma había padecido, y comenzó el tratamiento de la enfermedad saltándose las pruebas para confirmarla.

Mis hermanos y yo fuimos a visitarlo un día cuando ya estaba en cuidados intermedios, me encontré con un hombre completamente debilitado. Mi padre, que siempre se ha caracterizado por dejar el plato vacío, perdió el apetito y diez kilos. Lo único que se podía hacer era esperar que su cuerpo, ayudado por una pesadísima carga de antibióticos, eliminara la enfermedad.

El proceso de recuperación fue bastante largo, pero una vez más, de esto sólo quedó el recuerdo. Si se preguntan por los 10 kg. perdidos, los recuperó con creces ;)

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A sus 61 años, mi padre se ha enfrentado a la muerte en formas tan improbables que mucha gente ni siquiera ha oído nombrar. Entre inconsciente y despierto, ha tenido que oír la aterradora frase “se nos va” refiriéndose a él. Como él mismo dice, le han proyectado la película de la vida un par de veces. También dice que es entonces, cuando ve pasar frente a sus ojos la imagen de la familia que ha construido, cuando decide no dejarse vencer y luchar contra la muerte una vez más.

Quizás es por eso que mi padre se ha convertido para mí en un ser inmortal, invencible. He pasado toda mi vida contemplando los altibajos de la suya y admirando la manera en la que, estando casi del otro lado, logra recuperarse por completo y seguir como si nada.

A mi hombre terco e indestructible, a mi McGyver, a mi héroe personal: gracias por seguir aquí conmigo, te quiero.

Feliz día.

PD: agradecimientos a mi mamá por su ayuda para recordar estos eventos, y su fortaleza para enfrentarlos.

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 6:23 p. m. | 15 Infelices comentarios
viernes, 16 de abril de 2010
Sanito, sanito

Mayo de 1981. Una pareja de esposos espera la llegada de su primer hijo. Se cumplen las 40 semanas, ella empieza a sentir que “ahí viene el muchachito”. Pero recibe una mala noticia: una de sus tías ha sufrido una aneurisma y se encuentra grave en el hospital. En palabras de la madre, el nacimiento de su primogénito “se pasmó”. En los siguientes días tiene algunas falsas alarmas, pero al parecer el bebé está muy amañado y no quiere salir.

Ocho días después, contracciones, ansiedad, carreras, algunas horas en trabajo de parto, y finalmente el matrimonio Cruz Sánchez recibe a su bebé con toda la alegría del caso. Pero el niño ha pasado una semana completa encajado “en posición de salida”. Esto afortunadamente no tiene consecuencias en la salud del bebé, pero sí en su apariencia.

Se dice que todos los recién nacidos son igualitos y que son feos. Pues bien, mi hermano mayor fue la excepción: ¡era horrible! Tenía un turupe a un lado de la cabeza que casi igualaba el tamaño de la misma. A pesar de que el chichón desapareció con el tiempo, la impresión que causó en quienes conocieron a Juan Pablo en sus primeros días, ha permanecido por años entre las anécdotas de mi familia.

La madre y el recién nacido están en el mismo hospital en el que su tía se recupera de la aneurisma, por esta razón reciben una cantidad enorme de visitas. Los familiares y amigos que entran a conocer al bebé sólo atinan a opinar sobre su estado de salud. Comentan cosas como “¡qué lindo sanito está Juan Pablo!”, “ay mija, gracias a Dios nació sano”. Quiénes no lo conocen, al preguntar cómo está sólo reciben como respuesta: “ay, si lo vieras. Está… sanito, sanito”.

Una tía abuela del bebé pasa a visitarlo y a los pocos minutos sale del cuarto sin decir una palabra. Regresa más tarde con un ajuar para el niño, toma un gorrito de lana y entregándoselo a la madre le dice:

“Mija, póngale este gorrito y verá que así no se ve tan feo”.


Hoy, casi 29 años después es mi deber decir:


Juan Pablo: agradece que salió parecido a la mamá.


Pablo José Cruz Duque. Nació el viernes 16 de abril de 2010 a las 9 de la mañana. Pesó 3026 gramos y midió 51 cm.


SOY TÍA, ESTOY FELIZ :D


Epílogo: Mi mamá guardó el gorrito por muchos años, y después se lo regaló a la esposa de Juan Pablo poco antes de que se casaran. La consigna “póngale el gorrito que así no se ve tan feo” sigue siendo utilizada en mi familia.


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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 1:36 p. m. | 10 Infelices comentarios
miércoles, 7 de octubre de 2009
"Vaya pinte a Pampi"


El baboso de mi hermano tenía cerca de dos años, esa tierna edad en la que los niños no permiten que las mamás hagan visita con tranquilidad. Al niño le encantaba dibujar aunque lo único que saliera de sus talentosas manos fueran garabatos incomprensibles. Así que andaba todo el día detrás de mi madre, con papel y lápiz, preguntándole “¿y ahora qué pinto?”.

Esa tarde una prima de mi mamá había ido a la casa, y mientras intentaban mantener una conversación eran constantemente interrumpidas por mi hermano.
- ¿Y ahora qué pinto?
- Pintaaaa… una casita.
(Mi hermano hacía un garabato).
- Mamá, mira la casita.
- Qué linda mijo.
-¿Y ahora qué pinto?
- Pintaaaa… un árbol.
(Otro garabato).
- Mamá, mira el arbolito.
- Qué lindo mijo.
Lejos estaba mi madre de imaginar que la respuesta que le daría fin a ese eterno loop de mamáquépintoahora sería “vaya pinte a Pampi”. Pampi era como le decíamos a mi hermano mayor. De inmediato el pequeño artista se levantó y se fue, mi mamá y su prima por fin pudieron hablar tranquilas.

En una pared, sobre el escritorio, colgaba esta enorme foto de mi hermano mayor cuando bebé:


Era hasta bonito el culicagado


Armado con su lápiz, Picasso se trepó a la silla y de ahí subió al escritorio. Media hora más tarde fue hasta donde mi mamá, le tomó la mano diciendo “ya pinté a Pampi” y la llevó a contemplar su obra.

La verdad yo no había nacido cuando pasó todo esto, pero según lo que me cuentan el resultado fue algo más o menos así:



Reproducción en paint de la obra “Pampi” (1987). Técnica: lápiz sobre foto.

Lastimosamente doña Patricia no supo apreciar el valor artístico del dibujo y lo eliminó después de muchas horas de borrador. Hoy en día la foto sigue colgada en uno de los cuartos de mi casa y cada vez que la veo me la imagino llena de rayones y a mi hermano todo orgulloso diciendo “¡ya pinté a Pampi!”.

Han pasado muchos años desde esa tarde, tantos que a Pampi ya no le dicen Pampi sino ingeniero Cruz. Pero lo mejor es que dentro de unos meses también le diremos papá :D

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 4:18 p. m. | 11 Infelices comentarios
martes, 14 de julio de 2009
Las cabalgatas y yo, primera parte
Intento rescatar algunos recuerdos reprimidos de mi infancia para escribir este post. No es fácil saber en qué preciso momento comenzó mi miedo irracional por los caballos y más específicamente por ese evento en el que una vez al año la gente libera su traqueto interior y sale a mostrarse por todo el pueblo encaramado en un caballo, con objetivos que no van más allá de llenar las calles de mierda y el organismo de alcohol.

Pensándolo bien los caballos sí me gustan. Yo crecí en una finca, mi papá tenía una yegua llamada Marina que tuvo tres potritos, a medida que iban naciendo, mis hermanos y yo –de mayor a menor– les fuimos poniendo nombres TV-influenciados y así nos hicimos cada uno a un caballo. Primero nació Tornado (sí, como el caballo del Zorro), que fue para mi hermano mayor. Después vino Centella (sí, como el capitán Centella, el de la moto), propiedad de mi segundo hermano. Y por último nació mi potranca: Gaviota (me debatía entre ese nombre y “Esmeralda”, nonono ¡novelera desde chiquita!)

Recuerdo que esporádicamente salía a cabalgar por la finca con mis hermanos, pero un día cualquiera, mi yegua (creo que iba en Marina) se desbocó, arrancó a correr como loca y cuando por fin logré que se detuviera, me bajé diciendo que nunca más volvería a montarme en un caballo. Promesa que he cumplido desde ese día y que he reiterado con cada caída o patada que han recibido mis hermanos. Pero espero, por mi propio bien, que cabalgar sea como montar en bicicleta.

Las cabalgatas son otro cuento, esa cantidad absurda de jinetes por todas las calles siempre ha sido para mí sinónimo de desorden, problemas, caídas, borrachos etc. Desde que tengo memoria he visto salir a mis hermanos casi a mediodía montados en sus caballos y me he quedado con la angustia de no saber a qué hora van a volver, ni en qué estado. De una cabalgata de la feria Buga tengo el recuerdo del que considero uno de los peores días de mi vida… recuerdo reprimido, como decía al principio, pero creo que de ese día viene mi mayor trauma con esos eventos.

Mi hermano mayor, víctima de una borrachera épica, se separó del grupo con el que estaba y se perdió. Uno de mis tíos, víctima de una borrachera aun más épica, se armó tremenda película y logró convencer a los demás de que a mi hermano lo habían secuestrado en plena cabalgata. Oyendo esto, mis papás salieron a buscar a mi hermano y me dejaron cuidando la casa. En esas llegó mi tío, casi sin poder sostenerse, diciendo que había encontrado a los hijueputas que tenían a mi hermano y que iba por ellos. Lo siguiente que recuerdo es ver a mi tío tirado en el suelo, tratando de armar la escopeta de mi papá, que afortunadamente sólo la sabe armar el dueño, y diciendo que iba a matar a esos hijueputas. Créanme, esa imagen puede ser muy traumatizante cuando tienes 8 años. La cosa se puso mejor cuando unos tipos que conocían a mi papá encontraron el caballo de mi hermano y fueron hasta la finca a dejárselo. Mí tío identificó a los presuntos secuestradores y con otras personas que habían llegado (no recuerdo quiénes eran) les dieron la muenda de sus vidas a los pobres que sólo iban a entregar el caballo. Al final mi hermano apareció, otro tío logró detener la pelea con los “secuestradores” y todo volvió a la normalidad.

* Tuve que pedirle a mi mamá que me ayudara a recordar esta historia y descubrí que su trauma es mayor que el mío, ella es la que tiene que ir a buscar a sus hijos al final de cada cabalgata.

Salvo por la cabalgata de hace 3 o 4 años de la que mi hermano mayor volvió cargado, no por borracho sino porque acababa de caerse del caballo y golpearse la espalda con un andén; los siguientes años las cabalgatas fueron menos memorables que la del secuestro, pero siempre estaba la angustia por el regreso de mis hermanos, y fue así como le cogí fastidio a esa fecha.

Sin embargo todos tenemos derecho a cambiar de opinión, a ensayar lo que algún día dijimos que ni locos llegaríamos a hacer y porqué no, a enfrentar los traumas de la infancia. Es por eso que hace tres semanas, cuando mi hermano comenzó a hablar de los preparativos para la cabalgata de este año, le dije que tenía ganas de participar. Fue un comentario al aire, la verdad lo hice más que todo por ver la reacción de mi mamá, que obviamente no fue la mejor. Cuando me di cuenta ya mi papá me había conseguido el caballo, la herrada y la montura.

Mi hermano me acaba de llamar para decirme que el caballo ya está en la finca, que mañana tenemos que salir a montar para que se acostumbre a mí. La cabalgata es este jueves y yo estoy aquí recordando porqué odio las cabalgatas y diciéndome “¿en qué me he metido?”

En últimas lo peor que me puede pasar es obtener una buena historia para contar acá... ¿verdad? ¿verdad? ¿VERDAAAD?

Tengo meyo :S

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 7:15 p. m. | 21 Infelices comentarios
lunes, 6 de julio de 2009
Marcando territorio
Querido Baboso:
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Plenamente consciente de que en algún momento llegarás a leer este post, así como tal vez lo harán algunos de tus amigos a los que les diste la dirección de mi blog para que vieran lo que le hiciste a mi computador y después decidieron quedarse a leer el resto, me dirijo a vos por este medio para manifestarte la inconformidad que me embarga desde ayer en la tarde.

Como sabes, nunca he estado del todo contenta con la relación que tienes con quien prefiero llamar "la Gata", sin embargo, insisto en conocerla para cambiar esa imagen probablemente equivocada que tengo de ella. Y al igual que nuestra familia, no voy a cuestionar tus decisiones ni mucho menos decirte que no vayas a Tuluá para visitarla.

Por otro lado, es posible que no sepas que te tengo un poco de envidia por tu portátil, desde el cual escribo el presente post aprovechando que estás en Cali haciendo vueltas de la universidad. Siempre me ha parecido algo injusto que mi computador haya sido comprado con la plata que conseguí trabajando, mientras que tu portátil es producto de unos cuantos años insistiéndole a mi papá para que te lo comprara. No obstante, reconozco que como estudiante de Ingeniería de Sistemas lo tuyo no es un capricho y que realmente necesitas este computador más que yo. Me conformo con que me lo sigas prestando cuando los dos estemos en Buga de vacaciones, para ver Dexter y matar el aburrimiento.

Lo que me tiene completamente indignada es esa pequeña marca que ha aparecido en tu computador después de tu último viaje a Tuluá. Una imagen tan ridícula que dudo mucho que haya sido iniciativa tuya pegarla ahí. Es más, creo que ni yo sería capaz de atentar contra cualquiera de mis pertenencias con un sticker tan boleta y tan "femenino", por decirlo así. No, es que no me crean tan marica, ¿a lo bien no te da pena andar por ahí con ese sonriente conejo-ratón-gato-loquesea pegado a tu preciado portátil?

De modo que te ruego que le digas a mi nunca bien ponderada cuñada, que la próxima vez que quiera marcar territorio no lo haga en el computador que mi papá te compró con tanto esfuerzo, y que tu hermana toma deliberadamente para postear en tu contra.
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No, es que hay derecho, no.

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miércoles, 20 de mayo de 2009
Qué vieja estoy

Advertencia: este post probablemente sólo lo entenderán los lectores colombianos, así que lo siento, Juluis mexicanos y de otras latitudes.

Sebastián tiene 5 años y está terminando el preescolar. Hace unos días le pusieron como tarea en el colegio recortar fotografías de colombianos famosos, pegarlas en su cuaderno y averiguar un poco sobre cada personaje.

Entonces ahí estaba yo, ojeando revistas con Sebas para ayudarle con su tarea, ya habíamos encontrado y recortado a Carlos Vives, Álvaro Uribe y otro par de personajes cuando al voltear una página apareció Carlos, el Pibe Valderrama, con su melena abundante y su sonrisa de “todo bien, todo bien”.

- ¡Ese! Ese es famoso.
- ¿Lo recortamos?
- Sí.
- ¿Pero cómo se llama Sebas?
- Mmmm, no Maria, no me acuerdo.
- El Pibe Valderrama.
- ¡Eso!
- ¿Y qué hace el Pibe?

- Come papas.
- (…)

Les juro que nunca antes me había sentido tan miserablemente vieja.
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Todo bien. ¿Por qué no ahora?

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 9:12 a. m. | 31 Infelices comentarios
jueves, 12 de marzo de 2009
Sin palabras, nuevamente

Por eso me demoré tanto en escribir este post.

También porque durante varios días no fui capaz de entrar a mi blog sabiendo que me iba a encontrar con el post anterior, tan emotivo, tan espontáneo, tan lleno de expectativas… y cómo contrasta con lo que sentimos días después.

No, ya no voy a ser tía, al menos no por ahora. Sin haberse completado una semana de la gran noticia, mi cuñada lamentablemente tuvo algunas complicaciones, y después le dijeron que es posible que nunca hubiera estado embarazada. La verdad nunca entendí bien lo que pasó y tampoco quise indagar más sobre el tema.

Duele mucho este vacío, y es extraño sentirse así por una personita que ni siquiera llegamos a conocer.

Pero bueno, ya lo dijo mi cuñada: la naturaleza es sabia. A lo mejor los recién casados todavía no estaban listos para ser padres. Por lo menos ya sabemos la emoción con la que esta familia recibirá a un nuevo integrante. Y estoy segura que ese momento llegará más temprano que tarde.

Hermanito: te quiero y te extraño mucho. ¡Y ponete a trabajar en mi primer sobrino pues!

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 1:39 p. m. | 11 Infelices comentarios
lunes, 16 de febrero de 2009
Sin palabras


Hoy lunes 16 de febrero de 2009, a las 6:25 pm. me han dado una de las mejores noticas de toda mi vida:

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¡¡Voy a ser TÍA!!


No, es que todavía no me lo creo.

Quisiera que este fuera un post de esos cursis, profundos. Quisiera decirle a mi hermano y a mi cuñada que estoy segura de que serán unos padres increíbles. Quisiera describir esta alegría infinita que me tiene con una sonrisa permanente desde esta tarde. Quisiera dejar aquí escrito todo lo que estoy sintiendo en este momento y que en algunos años mi sobrina o sobrino pudiera leer esto y saber la emoción que la noticia de su existencia ha provocado en mí.

Pero es que simplemente estoy sin palabras, he escrito y borrado este post un millón de veces y no termina de convencerme, las letras se hacen insuficientes para expresar todo lo que pasa por mi cabeza en este instante.

Yo sólo quiero que estos nueve meses se pasen volando para conocer a mi primer sobrino. Tía Maria(), qué bonito suena eso :D

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 7:35 p. m. | 28 Infelices comentarios
martes, 27 de enero de 2009
Pregunta rápida #5
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P/: ¿Cómo sé que fue mi hermano el que formateó mi computador?

R/: Porque me instaló Windows XP "para ñoños".
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Por eso te quiero, Sonso.

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 11:14 p. m. | 19 Infelices comentarios
lunes, 22 de septiembre de 2008
Aquel viejo motel

El comentario de Aleja en el post anterior me dejó pensando… nunca será favorable para la reputación de mi finca decir que está ubicada al lado de un motel, pero lastimosamente así es. Momento Julius, sé que se están imaginando la puerta de mi casa y justo al lado la puerta de “residencias Travesuras” o “amoblados El Escondite”, con su doble entrada, matica al centro, luces de neón rosadas y demás.

Pues NO, primero que todo el chuzo es hasta discreto (aunque no deja de ser motel), y además queda alejadito de mi hogar. A ver ¿cómo les explico? A mi finca se puede entrar por dos callejones, digamos “entrada norte” y “entrada sur”… no, esperen, estoy güevoniando, los puntos cardinales definitivamente no son mi fuerte. Entonces hablemos de entrada “hacia Cali” y entrada “hacia Buga”. Que a partir de ahora y para efectos prácticos serán HC y HB.

Les decía que el mentado motel queda al lado de la entrada HC, a unos 100 metros de mi casa. Con semejante referencia es mucho más fácil dar las instrucciones para llegar a mi finca por la entrada HC que por la HB. Pero yo prefiero, por obvias razones, echar toda la carreta de “doble a la izquierda en el kilómetro 1.5 delante de talsitio” a decir “vea, entre por el callejón que queda al lado del motel tal”.

Se me vienen a la cabeza un par de historias con respecto a mi singular vecino.

La primera:

Mi hermano que estudia en Cali viaja en bus a Buga casi todos los fines de semana. Para evitarse una entrada innecesaria hasta el terminal de transportes, siempre le pide al conductor que lo deje en el motel y camina hasta la casa. Hace años, me fui a Cali con mi hermano a hacer no me acuerdo qué vuelta. Ya de regreso, cuando nos estábamos acercando a mi casa, mi hermano ha sabido interrumpir el silencio de la buseta con un “señor, nos deja por favor en el motel, gracias”.

Yo no entendí porqué todos los pasajeros se habían quedado mirándonos mientras descendíamos del vehículo, hasta que mi hermano me dijo:

- ¿Te das cuenta que esta gente está pensando que nosotros vamos a moteliar?
- Ahhh, ¡incestuocirijillo!

Nah, ¿a quién engaño?, no recuerdo lo que le contesté en ese momento pero con toda seguridad no fue nada inteligente.

La segunda:

Otro día íbamos a salir con mis hermanos y sus amigos. Cuando llegaron a mi casa a recogernos mi hermano preguntó que al fin cuál era el plan. A lo que uno de ellos contestó “no, vamos para aquí al ladito”, apuntando con su dedo hacia aquenoadivinandónde. El problema es que las únicas mujeres presentes éramos la hermana del autor de tan brillante propuesta, y yo… nonono.

La ñapa, (continuando con la línea inocente-ingenua del post del sancochazo):

Habiendo crecido como vecina de un motel, la palabra me resultaba familiar desde la infancia. Pero llegó el momento, a los tiernos 5 años de edad, en que mi curiosidad me llevó a buscar una definición. Así que fui y le pregunté a doña Patricia: “Mamá, ¿qué es un motel?”.

Ella supongo que se espantó con la pregunta y no supo qué contestarme, así que me dijo la mentira más chimba que me hayan echado en toda mi existencia:

“Es lo mismo que un hotel, pero de madera”. Y lo peor es que, durante un tiempo, me la creí…

Sobra decirlo: dele, ríase de mí.


Nota al pie: mi amiga la Wikipedia dice que un motel “es un alojamiento característico de carretera, originariamente estadounidense”. ¿Ven? todavía se puede ser inocente.

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 9:52 a. m. | 17 Infelices comentarios
miércoles, 10 de septiembre de 2008
El sancochazo

Yo tendría unos, digamos, 13 años... lo que por simple sustracción me lleva a que mis primas Verónica y Alejandra, protagonistas de esta historia, tenían 12 y 11 respectivamente. Era domingo y estábamos en Villaescocia, una finca que queda justo al lado de la mía. No recuerdo si había alguien más o si estábamos las tres solas, lo que sí recuerdo es que estábamos en un desparche descomunal.
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Entonces Vero propuso que juguáramos al “sancocho”, Aleja dijo con cierto tono de emoción que sí, que de una, y yo, desubicada, pregunté en qué consistía el juego.
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–Muy fácil – dijo Verónica. – La idea es que vamos a hacer un sancocho, entonces cada una tiene que ir diciendo los ingredientes que va a traer. Por lo menos* mi hermana dice “yo llevo el pollo”, yo digo “yo pongo el agua”, vos decís “yo traigo la papa”… y así.
–Listo, juguemos. – El jueguito me pareció pésimo, no le encontraba el chiste. Pero tal era nuestro estado de aburrimiento que acepté.
–Bueno, pero esperate voy por un vasito de agua que tengo una sed.
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Y empezamos el ultrachocomegadivertidísimo juego…
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–Vamos a hacer un sancocho– arrancó Vero– yo traigo los plátanos.
–Yo traigo el choclo. – Continuó Aleja.
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Era mi turno y me quedé en blanco, no se me ocurría ningún ingrediente… entonces, recordando el ejemplo que mi prima me había dado un momento antes, exclamé:
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– ¡Yo pongo el agua!
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---SPLASH---
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Un vasado de agua fría cayó sobre mi cara sin previo aviso mientras ellas me decían entre risas:
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– ¡Por tacaña!
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¿Y qué hice yo? no las insulté, no les dije que ésa era una broma de muy mal gusto, ni les deseé que ojalá en unos años se fueran a vivir a otro continente (carajo, ¡cómo me hacen de falta!), ni mucho menos me reí con ellas. Hice lo que cualquier persona madura hubiera hecho: me fui corriendo y me escondí entre unos árboles.
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Pasó como una hora, esa estrategia infantil de esconderse es pura necesidad de atención y yo evidentemente no la estaba recibiendo. Al principio las oí llamándome, pero pasado un rato me di cuenta que nadie me estaba buscando. De todas formas permanecí en mi escondite, de pura indignada que estaba.
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Cuando los zancudos empezaron a hacer de las suyas en mis paticas y brazos descubiertos, no tuve de otra que volver a la casa, donde fui recibida con efusivos regaños por parte de todos los adultos presentes.
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Resulta que, al no encontrarme, mis primas pensaron que yo me había ido caminando hasta mi casa (el trayecto no es largo pero sí un poco peligroso, hay que atravesar un par de cultivos de maíz y frijol), entonces se fueron de muy valientes a buscarme. No, es que todavía me cuesta trabajo imaginármelas en esas, con lo cobardes que son, ¡le tienen miedo a todo!
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Durante mucho tiempo me recriminaron toda la cantaleta que recibieron ese día por haberse ido hasta mi casa solas y sin avisar. La mejor parte, la que no me canso de oír, es que ya a mitad de camino se encontraron un tipo, supongo que era un trabajador de Villaescocia o de mi finca, el caso es que Alejita ha tenido a bien preguntarle:
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– Señor, ¿usted es bueno o es malo?
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Nunca me han dicho qué les contestó el tipo...
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Ésa es mi adorada prima: pura ternura, siempre preocupada por todos, es la que sale con los comentarios más extraños en cualquier momento, la que siempre encuentra la forma de hacerme reír. Alegre, sentimental, se empelicula con nada y tiene los traumas más rebuscados que yo haya conocido… ¡por eso la quiero!
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La niña hace un tiempo descubrió mi blog y se lo devoró todito, después se antojó y abrió el suyo: Akí sí es. Así que si tienen tiempo vayan y como dice ella “siéntanse como en su casa”, de verdad vale la pena pegarse la pasadita.
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¡Feliz cumpleaños Aleja!, no sabés la falta que me hacés. Desde muy lejos te mando un abrazo tamaño familiar.



*Acabo de recordar ése detalle: Vero siempre decía “por lo menos” en lugar de “por ejemplo”. Me pregunto si todavía tendrá esa maña.

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 11:22 p. m. | 17 Infelices comentarios
sábado, 14 de junio de 2008
Las manos de mi papá


Recuerdo que alguna vez, estando pequeña, comencé a regañar a mi padre por no lavarse las manos...
– Ya me las lavé – dijo él.
Yo las veo sucias – le reclamé.
Ése es “mugre limpio”.

Me tomó un buen tiempo entender que el “mugre limpio” de mi papá no desaparecería lavándolo con agua y jabón fab. Sus manos están percudidas por décadas de trabajo como agricultor y mecánico.

Mientras él duerme siesta o ve televisión, a mí se me va el tiempo jugando con sus manos, halándole los vellitos, moviéndole las venas entre los huesos, y explorando cada detalle:

Su piel es gruesa y áspera como papel de lija; en sus dedos las huellas digitales se están desvaneciendo lentamente; en algunas de sus uñas hay morados por golpes que ni siquiera recuerda; en sus palmas hay todavía huellas del accidente de tránsito que sufrió el mes pasado; y cicatriz sobre cicatriz, más de medio siglo entre arados y motores se ha encargado de dejar sus imborrables marcas.

Me encantan las manos de mi papá porque reflejan todo el esfuerzo que ha hecho y continúa haciendo por su familia. No lo llamaría sacrificio porque sé que es feliz con lo que hace. Más ahora que puede ver cómo empieza a cargar su próxima cosecha, la de hijos. Con esa vocación de ingeniero que inevitablemente terminó por contagiarnos a los tres.

Las palabras se hacen insuficientes cuando intento expresar la admiración que siento por mi padre, él siempre será mi héroe, mi MacGiver criollo, el que tiene más vidas que un gato, el que conoce todas las respuestas y las que no, me ayuda a buscarlas.

Pero soy consciente de que esas manos algún día se cansarán y debilitarán, cuando eso pase, yo sólo quiero que mi trabajo me haya llenado de suficiente mugre limpio, y estar aquí para cuidarte.


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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 4:37 p. m. | 22 Infelices comentarios
sábado, 31 de mayo de 2008
De temblor y soledad II o “De temblor y prioridades”
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Yo sé, un poco tarde para escribir sobre el temblor, pero quién dijo que había plazos en esto de escribir mis cosas.
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Un año después, la tierra volvió a estremecerse bajo sus pies. Ya no había soledad, ahora había prioridades.

- Los niños, ¿dónde están los niños?

Su cerebro y su cuerpo reaccionaron de inmediato, como un resorte se levantó del sofá y corrió hacia el cuarto donde dormían la siesta.

- ¡Está temblando! – gritó mientras abría la puerta.
- ¿Qué está temblando? – preguntó el hijo de la empleada, con la inocencia propia de sus cuatro años de vida.
- ¡La tierra Sebas!

Que los marcos de las puertas, que debajo de las mesas. Todas esas instrucciones que había recibido mil veces la abandonaron a la primera sacudida del suelo. Su instinto de supervivencia le decía que tenía que salir de la casa, al fin y al cabo, allá afuera había suficiente espacio libre de cosas que potencialmente le caerían encima.

No hubo tiempo para sentirse sola, o vulnerable, no fue posible entregarse al pánico (prioridades, prioridades). Debía conservar la calma, dar el ejemplo para que los niños estuvieran tranquilos.

Fue un instante eterno, sin embargo había pasado tan poco tiempo, que la tierra seguía temblando bruscamente, fue entonces cuando sonó el celular, era la madre de los niños preguntando si estaban todos bien.

Ese día entendió que la responsabilidad pesa más que una soledad de 5.5 grados en la escala de Ritcher, y cuando todo se calmó se sintió aun peor que un año atrás.

…a la siguiente semana recibió una responsabilidad más grande de lo que hubiera podido imaginar, y no ha terminado de asimilarlo.

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 12:49 a. m. | 8 Infelices comentarios
miércoles, 7 de mayo de 2008
Sobre el post anterior
Gracias a todos los que comentaron o me hablaron para preguntarme qué me había pasado, mi intención no era dejarlos intrigados ni nada por el estilo. Fue el único día del puente en el que tuve contacto con un computador, estaba presentando un examen por internet y me volé cinco minutos para escribir lo primero que se me pasó por la cabeza, quería tener ese consuelo que sólo escribir en mi blog me puede dar.

Para resumirles la historia: por poquito me quedo huérfana :(

El jueves al mediodía mis papás tuvieron un accidente que por fortuna no les dejó más que: un brazo roto, una buena cantidad de puntos, un cuello ortopédico, muchos moretones y una camioneta antigua vuelta miscuisca… y digo por fortuna porque con semejante tramacazo es un milagro que yo ahorita no esté vestida de negro (toco madera) y con los ojitos chiquitos, pero de todas formas se chilló de lo lindo oiga.

Díganme materialista pero esta imagen me parte el corazón.



Me sigue doliendo la distancia, pero ya no es dolor del que desbarata…

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 10:33 p. m. | 14 Infelices comentarios
miércoles, 2 de abril de 2008
Cruzlexia
Si tuviera que enumerar las pequeñas confusiones de las que, diariamente, somos víctimas mis hermanos y yo, empezaría por el caso menos grave: mi hermano mayor, el recién casado.

Cuando él me dice “mirá ese carro dorado” yo ya sé que tengo que buscar uno plateado, el hombre nunca pudo con esos dos colores.

Cinco años más abajo tenemos a mi segundo hermano, conocido en el bajo mundo como “el Ternero”. Para él resulta imposible leer la hora, lo cual ha dado origen a célebres frases como “faltan 25 minutos para las seis y cuarto”. Pero bueno, ése no es problema, para algo se inventaron esa pequeña extensión de su cuerpo a la que llama celular.

Ahh, y a mi vacuno hermano, que ni le nombren los números romanos, si mucho llega hasta al cinco (IIIII ¡duh!)

Y por último, pero no por eso menos disléxica, estoy yo. Para mí las puertas de los bancos y otros establecimientos siempre serán verdaderos enemigos. No importa cuánto lo procese, si la puerta dice “Hale” yo empujo, y si dice “Empuje”… pues adivinen.

También me pasa que cuando quiero mantener abierto el ascensor lo cierro y viceversa, al parecer los dibujos de los botoncitos no son lo suficientemente claros para mi cerebro.


Por otro lado tenemos mi confusión con la H y la C de la llave de la ducha, que fue tema de una frase en mi Twitter y una posterior conversación con Pendiolo:


Maria(): jajaja ésa fue genial, lo guardé en mis favoritos
Pendiolo: Uff!! pero mundial .. eso fue en serio?
M(): yeip
P: PLOP
M(): y me ha pasado más de una vez
P: RecontraPLOP
M(): jaja, es cuando entro a bañarme estando todavía medio dormida
P: Pero!!! ps como! dormida del todo!
M(): :$
además mi ducha solo tiene una llave. Para un lado es H y para el otro lado es C, entonces mi cerebro relaciona C con caliente
P: pero quien piensa eso!!! Es que Helada! como va a estar el agua helada! eso es una colombianaza. Vos te imaginas a un gringo que le toque adaptarse al sistema colombiano!
H no es heat, es Helada!
c no es cold, es Caliente!
es que helada! ni que saliera con hielitos!
M(): jajaja, en Bogotá si podría. Es que primero viene lo de C = caliente, entonces por descarte H = helada
P: Primero viene lo de C de cold!!!!!! y por descarte H es la otra cosa.
M(): pues qué hago si yo me levanto pensando en español!!??
P: jijiji pero pensando que va a salir el agua helada
M(): no, precisamente abro la C para que me salga el agua caliente, duh
P: ¬¬
M(): ya pues, entonces es cierto que esto sólo me pasa a mí…

Nonono, y después preguntan que cuál es el resultado de casarse entre primos.

Aunque, pensándolo bien, la vaina podría ser hereditaria. Recuerdo el día que mi mamá le dijo a los técnicos de DirecTV que la imagen se veía “tínida, tínida”.

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 8:46 p. m. | 18 Infelices comentarios
jueves, 21 de febrero de 2008
9 de febrero de 2008

Para los que me habían pedido fotos del matrimonio de mi hermano, les tengo la mejor de todas. ¿Sabe usted dónde se encontraba el novio 15 minutos antes de la ceremonia? Por algo él es el promotor de la frase que le da el nombre a este blog.

- Maldita sea, esto sólo me pasa a mí.
- Fresco monito que ya en estico sale.

Detrás de la cámara, mi primo y unos camioneros intentaban convencerlo de que esto era una señal del destino para que no se casara...

Horas después, durante la fiesta, don MacGyver no soportó ver un carrito antiguo pinchado y se llevó a mi otro hermano a cambiar la llanta, ¡vestidos de smoking!

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 8:57 a. m. | 9 Infelices comentarios