Señores:
Decanatura de estudiantes y Bienestar universitario:
Me dirijo a ustedes con la intención de solicitar un documento que certifique que, a diferencia del 95% de los estudiantes de esta prestigiosa institución, soy pobre, y que me permita retirar de la categoría de ilícitos los negocios informales con los cuales, desde hace algunos meses, ayudo a mi padre con el pago del crédito Icetex ACCES, al cual tuve que recurrir dado el elevado costo de mi matrícula.
Espero por medio de la presente, recibir una respuesta más favorable que la del semestre pasado, cuando presenté una solicitud refiriendo mi actual situación económica y académica con el objetivo de gestionar mi ingreso a su fondo de programas especiales FOPRE que “ofrece apoyo a estudiantes becados cuya situación económica así lo amerite para subsidiar parte de sus necesidades de alimentación, transporte, fotocopias y materiales”, vinculación que me fue negada por la existencia de “casos de mayor prioridad”.
Les pido adjunten con el certificado la explicación de que tipo de Malestar universitario, aparte de unas cuantas caries dentales, pueden generar mis ventas que no superan las 80 cajas de chicles, 25 unidades de halls y 3 pares de aretes semanales, de los cuales mis principales clientes son mis amigos, que lo hacen más por colaborarme que por masticar gomas sintéticas inútilmente.
Atte:
Maria ()
Bueno, les cuento que esta mañana con mis cajitas en la mano, me fui para la Decanatura de estudiantes y Bienestar universitario, allí me atendió una secretaria queridísima ella; la escena fue más o menos así: le digo “señorita, ¿con quien tengo que hablar para poder vender cosas adentro de la universidad?”, la secretaria sin levantarse de su puesto mete que grito a la oficina del lado: “¡Dra. X!, ¿verdad que adentro de la universidad no se puede vender nadaaaa?”. La Dra. X, la misma que me recibió el semestre pasado mi solicitud para el FOPRE, responde desde su escritorio “¡Nooooo, no se puede!”.
“Señorita, pero es que ayer me dijeron que viniera a hablar aquí para pedir el permiso”. A lo que la simpática secretaria me contesta “ah no, yo no sé, si quiere puede ir a hablar con la Dra. Y".
Con mi paciencia agotándose entro a la oficina de la Dra. Y y le repito mi pregunta, obteniendo una respuesta menos alentadora que las anteriores, resulta que el consejo directivo de la universidad decidió para este semestre, aparte de ponernos entradas tipo Transmilenio, cambiar los carnets por unos más caros y comprar dos tipos de paraguas para los porteros, prohibir cualquier tipo de venta al interior del plantel, esto debido a la reciente “proliferación” de los negocios informales (¿uh?). Por último la Dra. Y, se despide de mí de la siguiente manera, mientras señala mis infelices cajitas: “de pronto puede pedir la autorización más adelante, por ahora guarde eso, porque la próxima vez que la veamos se lo vamos a decomisar”.
Agh, no sé que hacer, tal vez debería ser la niña obediente que criaron mis papás y olvidarme de este asunto. Pero por otro lado, ellos también me enseñaron a ser responsable, a valerme por mí misma, y es que a mí nadie me está obligando a vender maricaditas, cosa que, dicho sea de paso, a veces resulta un poco incómodo. Lo hago porque quiero, porque decidí ayudarle a mi papá y quitarle por lo menos una de sus angustias. Me parece suficiente con que la universidad me ponga mil obstáculos para conseguir una beca o un subsidio, como para que ahora me digan que estoy haciendo algo ilícito, por Dios, yo no le estoy haciendo daño a nadie con esto…
Etiquetas: Ando putérica, Maldita sea mi suerte. Dele. Ríase de mí, Me llené de mocos
¿que quieres que te diga?
El sarcasmo siempre es símbolo de ingenio y sentido común, lo cual se encuentra en directa contradicción con la mentalidad de las directivas.
Un saludo