martes, 14 de julio de 2009
Las cabalgatas y yo, primera parte
Intento rescatar algunos recuerdos reprimidos de mi infancia para escribir este post. No es fácil saber en qué preciso momento comenzó mi miedo irracional por los caballos y más específicamente por ese evento en el que una vez al año la gente libera su traqueto interior y sale a mostrarse por todo el pueblo encaramado en un caballo, con objetivos que no van más allá de llenar las calles de mierda y el organismo de alcohol.

Pensándolo bien los caballos sí me gustan. Yo crecí en una finca, mi papá tenía una yegua llamada Marina que tuvo tres potritos, a medida que iban naciendo, mis hermanos y yo –de mayor a menor– les fuimos poniendo nombres TV-influenciados y así nos hicimos cada uno a un caballo. Primero nació Tornado (sí, como el caballo del Zorro), que fue para mi hermano mayor. Después vino Centella (sí, como el capitán Centella, el de la moto), propiedad de mi segundo hermano. Y por último nació mi potranca: Gaviota (me debatía entre ese nombre y “Esmeralda”, nonono ¡novelera desde chiquita!)

Recuerdo que esporádicamente salía a cabalgar por la finca con mis hermanos, pero un día cualquiera, mi yegua (creo que iba en Marina) se desbocó, arrancó a correr como loca y cuando por fin logré que se detuviera, me bajé diciendo que nunca más volvería a montarme en un caballo. Promesa que he cumplido desde ese día y que he reiterado con cada caída o patada que han recibido mis hermanos. Pero espero, por mi propio bien, que cabalgar sea como montar en bicicleta.

Las cabalgatas son otro cuento, esa cantidad absurda de jinetes por todas las calles siempre ha sido para mí sinónimo de desorden, problemas, caídas, borrachos etc. Desde que tengo memoria he visto salir a mis hermanos casi a mediodía montados en sus caballos y me he quedado con la angustia de no saber a qué hora van a volver, ni en qué estado. De una cabalgata de la feria Buga tengo el recuerdo del que considero uno de los peores días de mi vida… recuerdo reprimido, como decía al principio, pero creo que de ese día viene mi mayor trauma con esos eventos.

Mi hermano mayor, víctima de una borrachera épica, se separó del grupo con el que estaba y se perdió. Uno de mis tíos, víctima de una borrachera aun más épica, se armó tremenda película y logró convencer a los demás de que a mi hermano lo habían secuestrado en plena cabalgata. Oyendo esto, mis papás salieron a buscar a mi hermano y me dejaron cuidando la casa. En esas llegó mi tío, casi sin poder sostenerse, diciendo que había encontrado a los hijueputas que tenían a mi hermano y que iba por ellos. Lo siguiente que recuerdo es ver a mi tío tirado en el suelo, tratando de armar la escopeta de mi papá, que afortunadamente sólo la sabe armar el dueño, y diciendo que iba a matar a esos hijueputas. Créanme, esa imagen puede ser muy traumatizante cuando tienes 8 años. La cosa se puso mejor cuando unos tipos que conocían a mi papá encontraron el caballo de mi hermano y fueron hasta la finca a dejárselo. Mí tío identificó a los presuntos secuestradores y con otras personas que habían llegado (no recuerdo quiénes eran) les dieron la muenda de sus vidas a los pobres que sólo iban a entregar el caballo. Al final mi hermano apareció, otro tío logró detener la pelea con los “secuestradores” y todo volvió a la normalidad.

* Tuve que pedirle a mi mamá que me ayudara a recordar esta historia y descubrí que su trauma es mayor que el mío, ella es la que tiene que ir a buscar a sus hijos al final de cada cabalgata.

Salvo por la cabalgata de hace 3 o 4 años de la que mi hermano mayor volvió cargado, no por borracho sino porque acababa de caerse del caballo y golpearse la espalda con un andén; los siguientes años las cabalgatas fueron menos memorables que la del secuestro, pero siempre estaba la angustia por el regreso de mis hermanos, y fue así como le cogí fastidio a esa fecha.

Sin embargo todos tenemos derecho a cambiar de opinión, a ensayar lo que algún día dijimos que ni locos llegaríamos a hacer y porqué no, a enfrentar los traumas de la infancia. Es por eso que hace tres semanas, cuando mi hermano comenzó a hablar de los preparativos para la cabalgata de este año, le dije que tenía ganas de participar. Fue un comentario al aire, la verdad lo hice más que todo por ver la reacción de mi mamá, que obviamente no fue la mejor. Cuando me di cuenta ya mi papá me había conseguido el caballo, la herrada y la montura.

Mi hermano me acaba de llamar para decirme que el caballo ya está en la finca, que mañana tenemos que salir a montar para que se acostumbre a mí. La cabalgata es este jueves y yo estoy aquí recordando porqué odio las cabalgatas y diciéndome “¿en qué me he metido?”

En últimas lo peor que me puede pasar es obtener una buena historia para contar acá... ¿verdad? ¿verdad? ¿VERDAAAD?

Tengo meyo :S

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 7:15 p. m. | 21 Infelices comentarios
lunes, 6 de julio de 2009
Marcando territorio
Querido Baboso:
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Plenamente consciente de que en algún momento llegarás a leer este post, así como tal vez lo harán algunos de tus amigos a los que les diste la dirección de mi blog para que vieran lo que le hiciste a mi computador y después decidieron quedarse a leer el resto, me dirijo a vos por este medio para manifestarte la inconformidad que me embarga desde ayer en la tarde.

Como sabes, nunca he estado del todo contenta con la relación que tienes con quien prefiero llamar "la Gata", sin embargo, insisto en conocerla para cambiar esa imagen probablemente equivocada que tengo de ella. Y al igual que nuestra familia, no voy a cuestionar tus decisiones ni mucho menos decirte que no vayas a Tuluá para visitarla.

Por otro lado, es posible que no sepas que te tengo un poco de envidia por tu portátil, desde el cual escribo el presente post aprovechando que estás en Cali haciendo vueltas de la universidad. Siempre me ha parecido algo injusto que mi computador haya sido comprado con la plata que conseguí trabajando, mientras que tu portátil es producto de unos cuantos años insistiéndole a mi papá para que te lo comprara. No obstante, reconozco que como estudiante de Ingeniería de Sistemas lo tuyo no es un capricho y que realmente necesitas este computador más que yo. Me conformo con que me lo sigas prestando cuando los dos estemos en Buga de vacaciones, para ver Dexter y matar el aburrimiento.

Lo que me tiene completamente indignada es esa pequeña marca que ha aparecido en tu computador después de tu último viaje a Tuluá. Una imagen tan ridícula que dudo mucho que haya sido iniciativa tuya pegarla ahí. Es más, creo que ni yo sería capaz de atentar contra cualquiera de mis pertenencias con un sticker tan boleta y tan "femenino", por decirlo así. No, es que no me crean tan marica, ¿a lo bien no te da pena andar por ahí con ese sonriente conejo-ratón-gato-loquesea pegado a tu preciado portátil?

De modo que te ruego que le digas a mi nunca bien ponderada cuñada, que la próxima vez que quiera marcar territorio no lo haga en el computador que mi papá te compró con tanto esfuerzo, y que tu hermana toma deliberadamente para postear en tu contra.
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No, es que hay derecho, no.

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Y esto sólo le pasó a Maria() a las 6:44 p. m. | 25 Infelices comentarios