Mayo de 1981. Una pareja de esposos espera la llegada de su primer hijo. Se cumplen las 40 semanas, ella empieza a sentir que “ahí viene el muchachito”. Pero recibe una mala noticia: una de sus tías ha sufrido una aneurisma y se encuentra grave en el hospital. En palabras de la madre, el nacimiento de su primogénito “se pasmó”. En los siguientes días tiene algunas falsas alarmas, pero al parecer el bebé está muy amañado y no quiere salir.
Se dice que todos los recién nacidos son igualitos y que son feos. Pues bien, mi hermano mayor fue la excepción: ¡era horrible! Tenía un turupe a un lado de la cabeza que casi igualaba el tamaño de la misma. A pesar de que el chichón desapareció con el tiempo, la impresión que causó en quienes conocieron a Juan Pablo en sus primeros días, ha permanecido por años entre las anécdotas de mi familia.
La madre y el recién nacido están en el mismo hospital en el que su tía se recupera de la aneurisma, por esta razón reciben una cantidad enorme de visitas. Los familiares y amigos que entran a conocer al bebé sólo atinan a opinar sobre su estado de salud. Comentan cosas como “¡qué
Una tía abuela del bebé pasa a visitarlo y a los pocos minutos sale del cuarto sin decir una palabra. Regresa más tarde con un ajuar para el niño, toma un gorrito de lana y entregándoselo a la madre le dice:
“Mija, póngale este gorrito y verá que así no se ve tan feo”.
Hoy, casi 29 años después es mi deber decir:
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Soy testigo y puedo dar fe que desde antes de que naciera, ya eras la mejor tía del planeta. y sin necesidad de hacerle pruebas de "mejor tíes" a el resto de tías del planeta.
Felicitaciones!!! Estoy muy feliz por ti.