Me impactó más de lo que había pensado, de aquella persona activa y alegre que dejé en abril encontré una mujer con unos kilos menos, sus brazos llenos de hematomas, confinada a una cama y a una silla de ruedas, tomando medicamentos de todos los estilos tres veces al día, con una torpeza que evidencia la parálisis parcial que la fisioterapia se ha encargado de combatir con relativo éxito.
Y a pesar de la impresión que me causó verla así sonreí sinceramente, me dediqué a consentirla y escuchar sus quejas, que no come desde hace una semana, que ya nunca tiene sueño, que le duele el brazo...
Es admirable la labor de mi mamá y sus hermanos como enfermeros, todos los días se turnan para dormir a su lado pero al final todos terminan pasando la noche en vela por cuenta de sus quejas y caprichos, parece que hiciera fuerza para no quedarse dormida. Mi madre me dijo “Tu abuela es ahora una niña pequeña”, y eso es algo que ya había pensado antes de verla.
Tengo miedo, no se lo he dicho a nadie, aunque me aseguren que esto es temporal y que poco a poco se recuperará por completo, tengo miedo de que nunca vuelva a ser como antes. Me entristece y atemoriza pensar en el momento en que deba cuidar a mi madre de la misma forma en que lo está haciendo ella con mi abuela, y me asusta aun más la idea de verme así algún día.
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Yo también detesto el tabaco, pero aún más sus consecuencias... Mi papá anda por las mismas... Ojalá la publicidad en contra del cigarrillo fuera tan efectiva para los fumadores como lo es para los no fumadores, o para los fumadores pasivos.