Este sábado asistí a la fiesta de egresados del colegio, donde recogí mis pasos entre los salones y la cancha de fútbol, recordando momentos y lugares que intencionalmente había enterrado en el olvido.
Al reunirme con mis antiguos compañeros llegué a sentir nostalgia por cosas que en realidad nunca sucedieron, y me reencontré con amigos que jamás tuve. Bailé con ellos, tomamos Blanco del Valle (tal vez más de lo aconsejable), nos contamos sobre nuestras vidas e intercambiamos números prometiendo volver a vernos. A pesar de lo extraño de la situación, me gocé cada momento y me sentí feliz de estar de nuevo en ese colegio que nunca consideré como mío.
El domingo fue otro cuento. Me levanté sintiéndome la peor basura del planeta, el guayabo moral le ganó al físico, aún siendo éste de magnitudes poco despreciables.
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Esa mezcla de trago y nostalgia es mortal. Sobretodo para los que no borramos cassette como yo, porque al otro día sigue la mezcla de guayabo físico y moral, que es mucho peor. Saludos.