En un intento por darle una sorpresa a mi novio eterno decidí comprar una webcam para vernos las caras (y nada más, malpensados), así que le conté la idea a mi mejor amiga de la universidad quien me propuso ir el siguiente viernes a Unilago, un centro comercial de computadores donde ella compró su cámara. Así que ese viernes llamé a Juan y le dije que iba para ya no me acuerdo dónde con Cata y que no lo iba a llamar hasta por la noche porque se me estaba descargando el celular.
Primíparas que éramos (y a veces lo seguimos siendo) en esta ciudad tan grande, tomamos un bus que nos dejó sobre la séptima, a unas cuantas cuadras de nuestro destino, habiendo buses que pasan por todo el frente del centro comercial, de eso nos dimos cuenta unos meses después, en fin.
Entramos al sitio y lo primero que pensé fue: ¡ay, mi hermano llegaría al orgasmo acá!, el paraíso geek jaja, en fin, a lo que vinimos, mi amiga me condujo al local en el que había comprado su cámara y ¡oh sorpresa! el dueño era de Cali.
Mirá, es que andamos buscando una webcam ve, mostranos de cuáles tenés. Claro reina, estas están baratísimas oiste, y sólo me quedan dos, avispate y llevatela.
Sigo pensando que el man estaba tragado de Cata, nos hizo el descuento del siglo, además yo no llevaba suficiente dinero y nos dio la cámara con el compromiso de que ella volviera después a entregarle lo que había quedado faltando. Hace poco estuve en Unilago y busqué durante un largo rato el local del caleño, cuando por fin lo encontré me encontré con que lo había cerrado, no puedo evitar pensar que los siete mil pesos que nunca le pagué lo llevaron a la quiebra, yo iba a pagar ¡lo juro!, sólo estaba esperando la próxima cosecha.
Bueno, me despedí de Cata y me fui para el apartamento para instalar la recién adquirida cámara. En ese tiempo yo todavía no tenía computador propio (cómo lo extraño en vacaciones, snif), dependía de un chéchere que mi prima tenía en su cuarto, esa noche ella estaba de turno y por lo tanto el chéchere era todo mío para hablar con mi Juan, ya podía visualizar su sonrisa cuando descubriera que me podía ver vía MSN.
A ver, instalemos este tiesto, no debe ser tan difícil, eso era lo que yo pensaba. Lo primero que hice fue introducir el cd bebé que venía en la caja y seguir las instrucciones que me fueron apareciendo, hasta ahí todo perfecto, que reinicie el sistema, listo, que ahora sí puede conectar la cámara, déle pues… momento ¿dónde se conecta esta vaina?, puerto USB me contestó el manual de instrucciones. En la parte delantera de la torre no había señas de dicho puerto, por lo que me vi obligada a meterme debajo del escritorio de mi prima para, en una posición bastante complicada que me recuerda cierto post del Pendiolo, buscar el dichoso puerto en la espalda de la torre.
Y nada… me armé de la linterna que me regaló una tía cuando me fui a vivir a Bogotá “porque no sobra, una nunca sabe” y retomé la ardua búsqueda… y nada. Me tranquilicé, me fui a mi cuarto a ver pasar los carros por la circunvalar un rato, volví a revisar el infeliz chéchere… y nada, lo único que conseguí fueron unas ganas tremendas de botarlo a la circunvalar, lo cual no hubiera sido muy favorable para la convivencia con mi prima.
Fue entonces cuando la desesperación se apoderó de mi ser y no tuve otra opción más que llamar a Juan, en este punto algunas lágrimas de ira ya habían brotado de mis ojos.
- Hola amooooooor.
- ¿Qué te pasó chiquita? ¿por qué lloras?.
- Es que soy una idiota, te quería dar una sorpresa pero no pudeeee.
- ¿Qué pasó?
- Es que, es que (sonido de chupada de mocos), yo compré hoy una webcam para que me pudieras ver y no he sido capaz de instalarla, soy una inútiiiiiil.
- A ver, cálmate, ¿por qué no puedes instalarla?
- Es que no encuentro el puerto USB.
- Es uno chiquito, rectangular con un simbolito como…
- Ay, yo sé cómo es un puerto USB, pero este chéchere como que no tiene de eso.
- No, imposible, busca bien.
- Ya busqué bien, no tiene, snif.
- A ver, mira la torre por detrás y me vas diciendo lo que veas.
- Muchos cables, muchísimo polvo, puerto alargadito, otro menos alargadito, uno morado y uno verde, mas arribita uno que parece de teléfono y unos redonditos pequeños y ya.
- Ahhhh.
- ¿y?
- Pues que no hay puerto.
- Noooo, (retomé el llanto), gasté lo que estaba ahorrando en un aparato que ni siquiera me sirve.
- Ya cálmate.
- Mi niño.
- Dime.
- Esto sólo me pasa a mí.
- Sí.
Al día siguiente llamé al caleño para contarle mi problema y me contestó que pailas, que lo único que podía hacer era comprar un computador decente y que él me vendía uno bien barato.
De modo que la dichosa webcam durante cinco meses no tuvo una labor diferente a la de hacer estorbo en mi armario y recordarme lo bruta que soy, hasta que finalmente pude comprar un computador decente (en Unilago también) gracias a un préstamo que me hizo un tío y que le voy a pagar cuando se acabe Padres e Hijos, mejor dicho, en la próxima cosecha, jajaja mentiras, yo soy buena-paga créanme.
Etiquetas: Maldita sea mi suerte. Dele. Ríase de mí
"Decidí comprar una webcam para vernos las caras (y nada más, malpensados)" <-- El ladrón se descubre a sí mismo, no dijimos nada, no tenias nada que aclarar... Ajam!! (zapateo) con que eso es lo que hace la muchachita con la dichosa cam? En qué está la juventud de hoy u.u
Muchachita, me hace el favor y se va a reflexionar sobre lo que hizo.
Y sobre la crónica solo puedo decir...Ésto sólo te pasa a tí! Hahaha
Saludos