Eran casi las dos de la tarde, estaba en el primer piso de mi casa cuando el teléfono empezó a timbrar. No suelo contestar, casi nunca es para mí, pero estaba cerca del teléfono y temiendo un regaño por parte de doña Patricia decidí contestar.
– Aló.
La voz de un niño respondió al otro lado.
– Señora, ¿allí lavan ropa?
Silencio… mi cerebro se quedó en blanco por dos segundos y enseguida colgué el teléfono con furia.
Me senté en el comedor, alterada, no entendía por qué la llamada me había producido tanta rabia.
Tal vez era la ira natural por los invaliosos segundos que perdí contestándola. Tal vez estaba indignada por el hecho de que un mocoso intentara hacerme caer en un chiste tan trillado y estúpido. Tal vez porque me recordó aquella amiga de la infancia con la que hace años perdí el contacto, y las tardes en su casa haciendo que las señoras dijeran “qué rico mi chocolate Quesada, cómo me gusta mi chocolate Quesada” “¿ah sí? ¡pues sígalo tomando!”.
Pero sin duda alguna lo que más me afectó fue que me llamara “señora”.
Mierda, no debí colgarle, mejor le hubiera dicho algo como “sí, aquí lavamos ropa, ¿cuántas libras necesita que le lavemos?” a ver qué decía.
O mejor: “escucha mozalbete del demonio, ése chiste ya era viejo mucho antes de que a tu papá se le rompiera ese condón marca Tahití, suceso que, sumado al elevado precio de un aborto, diera lugar a tu infructífera existencia. Así que no me vengas con esas tonterías.”
Nahhhh, muy agresivo para mi estilo, me hubiera conformado con decirle la verdad sobre el niño Dios. Pero nooo, sólo tiré el teléfono sin decir una palabra, ¡soy una bestia!
Etiquetas: Detalles absolutamente irrelevantes, Me llené de mocos
"Mira maldito mocoso te sacaré los ojos con palillos chinos y te daré tu lengua al gato para que se la coma a mordiscos mientras la tienes pegada"... Ya... con eso tiene para nunca más molestar...