Hoy me dio por desempolvar un ‘tosólomepasamí de la categoría “antiguos e incunables”. Fue durante mis primeros meses en Bogotá. En ese entonces vivía en un apartamento sobre la circunvalar con una prima que estudiaba su último año de medicina, por lo tanto nos cruzábamos más o menos cada tres días.
Mi madre siempre tan querida, tan de la casa, no hacía sino darme cantaleta en cuanto a la convivencia con mi prima. Que nunca deje la cocina sucia, que salude y póngale conversa cuando llegue, que ojo con el desorden, que el teléfono no da leche, y así hasta el infinito. Era tanta la intensidad de doña Patricia, que en un domingo de esos en los que, para variar, la primis andaba de turno, me mandó a aspirar el apartamento, que para que la futura doptora lo encontrara bien limpiecito cuando volviera.
Tengo que admitir que, hasta ese día, jamás en mi vida me había siquiera acercado a una aspiradora; y de hecho, creo que después del incidente de ÉSE día tampoco lo he vuelto a hacer. Así que me armé de valor (bueno, de ganas, porque como buen domingo, ese día la pereza era la ley) y saqué la aspiradora, estaba dispuesta a dejar la alfombra del apartamento como si llevara 3 días de comprada.
No había aspirado ni medio centímetro cuadrado de alfombra cuando me di cuenta que algo andaba mal, muy mal. Primero fue el sonido de los breakers disparándose, seguido de un fuerte olor a quemado y una nubecita de humo saliendo del aparato. Me paralicé por completo, sentía el corazón latiendo a toda y no sabía ni para dónde mirar.
Mi cerebro, tan brillante como siempre, sólo atinó a darme la orden de soltar ese artefacto del demonio, y correr por todo el cuarto gritando: ¡jueputa, un corto, jueputa, un corto, jueputaaaa!. Ya con la cabeza fría (seeh ¡claro!), tomé mis recién estrenados guantes de laboratorio y desconecté la aspiradora. Esta es la hora en la que no me explico el porqué de esa acción, al recordarla surgen varias preguntas:
-Si ya los tacos se habían saltado ¿todavía estaba en peligro de morir electrocutada?
-¿Los guantes de nitrilo realmente son aislantes eléctricos?
-¿O fue que tantos años de ver a Ash Ketchum lidiar con Pikachú usando guantes de hule dejaron huella en mi subconsciente?
-Esto de ser ama de casa como que no es pa’ mí ¿cierto?
Me quité los guantes y me dejé caer sobre la cama, preguntándome qué iba a hacer mientras saboreaba el dulce aroma del corto circuito. Recurrí a lo que en ese entonces era mi primer recurso: llamar al que en ese entonces era mi novio… pero el muy maldito andaba en fútbol. Cuando por fin me contestó no lograba entenderle nada, ni él a mí. Yo, que en ese punto ya no era sino lagrimocos*, lo llamaba una y otra vez, hasta que lo hice salir del estadio para poder hablar conmigo.
- Juan, ¡un corto, jueputa, un corto, jueputaaaa!
- Cálmate, cuéntame bien qué pasó.
-(historia resumida, sollozos, gritos de desesperación)
-¿Pero tú estás bien?
-Sí, pero no hay luz [esteee, digo, energía eléctrica] en todo el apartamento.
Recurrí al segundo recurso: llamar a mis papás. Pero soy tan de malas que justo ese día se habían ido a almorzar a una finca por allá en un sector que Ola, Comcel y Movistar no han tenido la amabilidad de bendecir con su dulce cobertura. Así que después de pasar al correo de voz unas cuatrocientas veinte veces, desistí de la idea de aullarle a mi padre por ayuda.
¿Y ahora? Bueno, decidí hacer una revisión minuciosa de cuánto bombillo y electrodoméstico había en el apartamento. De la cual concluí que en algunos puntos (la sala, el comedor, mi baño) todavía había luz; pero que aparatos como el computador de mi prima, la lavadora, y la nevera me habían dejado para siempre. Por lo menos así lo veía yo.
Fue mi tía, con la que vivo ahora, quien me devolvió la cordura y la tranquilidad. Ella me llamó para cualquier bobada y me encontró en semejante estado de consternación. Me tranquilizó y me explicó que no era que yo hubiera acabado con el apartamento. “Eso son los breakers que se disparan para cortar la electricidad y evitar que pase precisamente eso”. Me dijo que revisara la caja esa de la cocina** y buscara un switch que estuviera en una posición distinta a los demás.
Y así fue, al poner el switchecito en su posición original todo volvió a la normalidad. Yo me limpié las lágrimas y descarté mis ideas de botármele a un camión en la circunvalar. Ahora sólo faltaba contarle a mi prima todo lo sucedido.
El resto de la tarde me la pasé pensando qué le iba a decir a mi prima cuando llegara. ¿Cómo le digo? ¡Sorpresa! Un cortocircuitirijillo ha llegado a nuestro hogar. Me va a matar, juemadre, me va a echar a la calle. No, pero ella tiene que entender que eso le puede pasar a cualquiera. ¿Y si me cobra la aspiradora? ¿Yo de dónde plata? No, tocará pagarle en la próxima cosecha...
Por la noche oí la puerta abrirse y el corazón se me subió por la laringe. No era mi prima, era su novio, quien apenas entró a la sala me preguntó:
- ¿Por qué huele como a quemado?
- Ay Martín, es que mira que esta mañana me puse dizque a aspirar y ese aparato, yo no sé, hizo como un corto y se dispararon los breakers y blablabla.
-Ah, es que esa aspiradora está dañada. Hace como un mes Isabel***estaba aspirando y eso empezó a echar humo.
*Gerente dixit.
** La cual hasta ese día sólo me había servido para pegar los stickers de los domicilios.
*** Isabel: la señora que iba una vez por semana a hacer el aseo.****
****Ole, ¿qué será de la vida de Isabel?
Etiquetas: Maldita sea mi suerte. Dele. Ríase de mí
Moraleja de la historia:
Jamas hagas el aseo de la casa.