Año 2001, comenzaba la era de los realities en Colombia con un Survivor criollo llamado “Expedición Robinson”. En el equipo amarillo había un estudiante de matemática pura, opita él, que estaba como le daba la gana. Su nombre era Pedro Luis Falla (papito rico sabor a pollo). Yo, con mis inocentes 13 años de edad, estaba completamente idiotizada con él desde el primer capítulo. No, desde el primer comercial en que lo vi.
Conforme pasaban los días en la isla, Pedro (papito rico sabor a pollo) iba adquiriendo esa pinta de náufrago consistente en barbita, piel bronceada, cabello desordenado, y una delgadez extrema que casi permitía contar sus costillas. Y cuanto más “gamín rehabilitable” se veía, mayor era la cantidad de babas que esta servidora botaba frente al televisor.
Al niño lo sacaron como a la mitad del reality, los demás veían en él un competidor fuerte y no tuvieron problemas para despacharlo a su casita. A partir de ese día el programa perdió sentido para mí. –snif–
Algunos años después, Caracol me volvería a traer a Pedro Falla (papito rico sabor a polloooo) en la novela “Pecados capitales”. Como era de esperarse ahí estaba yo, pendiente de cada capítulo sólo para verlo y maldecir milquinientas veces/minuto a la actriz que hacia el papel de su novia.
Desde el año pasado, la pantalla del televisor se volvió a iluminar con la sonrisa de Pedro Falla (yummy daddy, chicken-flavored*) , esta vez en el papel de Daniel en “La dama de Troya”.
¡Huy hola! ¿Quién pidió pollo a la llanera?
Foto fusilada de la página de RCN.
De hecho, Pedro es hermano de dos bloggers y tenemos algunos conocidos en común. Así que, en cierta forma, yo ya me había hecho a la idea de que probablemente en algún momento llegaría a verlo en persona. Esto nos lleva de vuelta al comienzo de este post:
El miércoles conocí a Pedro Falla (papito ri-co sabor a po-llo)
...el problema fue que nadie me preparó para eso.
Y no fue que me lo cruzara por ahí caminando en la T, como me pasó este sábado con Lincoln Palomeque (raf). O que estuviera a dos mesas de distancia en un restaurante, como me pasó la semana anterior con Juan Pablo Espinosa (raff). O haciendo fila en Juan Valdez, memorable episodio con la actuación especial de Manuel José Chávez (rafff)…
Nooo señores, estaba en su propia casa, llegué allá acompañando a mi novio que tenía que hacer una vuelta. Yo sabía que estaba en la casa del mismísimo Pedro Falla (p. r. s. p.) pero ni por un instante se me ocurrió que él fuera a estar allá ese día.
Nadie me lo advirtió, no tuve ningún tipo de preparación psicológica para el momento en el que, al cruzar una puerta, me lo encontré de frente, un millón de veces más churro de lo que se ve en televisión, lo más de casual jugando en el computador y con esa sonrisita que… aydiomío, mejor dejemos hasta ahí.
Mi cara de idiota genérica no se hizo esperar, murmuré un tímido “hola” y cuando nos presentaron le di un beso en la mejilla. Después de eso, mi boca no volvió a emitir ni una sola sílaba durante la siguiente media hora. Mi chip de disimular, que ya en condiciones normales no es el más confiable que digamos, se desconectó por completo. Con el corazón a toda trataba de mirar hacia otro lado para que él no se diera cuenta de lo evidente: ¡soy la más boleta de las fans!
Y todo esto sucedía en presencia de mi novio y el hermano del susodicho. A propósito, Lisandro: si lees esto, qué pena con vos, yo no
Es que esto, mis queridísimos Julius, ¡sólo me pasa a mí!
* Traducción al gringou por cortesía de la Comadre.
Etiquetas: Feliz de la papaya, Maldita sea mi suerte. Dele. Ríase de mí
jajajajja. Buenísimo lo del gourmet. Y te puedo asegurar que ni @vrolfak ni @prsp se dieron cuenta de lo boleta que eres.