Bueno, para hoy martes, segundo día de la semana, se les tiene la segunda parte de la segunda entrega del segundo concurso de mi primer blog.
La idea era haberla publicado el pasado domingo, pero todo es culpa de mi Juan que se negó a prestarme
La primera historia de hoy es de una Julius, (como siempre las damas primero), de ella no es mucho lo que les pueda decir, ya que lo único que sé es que prefiere ser llamada Giugis , que nunca antes se había hecho sentir por acá y que hace unos días me envió la siguiente historia.
BOGOTÁ UNA CIUDAD INTERMINABLE
Si hay un sitio en el mundo extremadamente raro, donde sucedan cosas que hagan que se mezcle la alegría con la tristeza, lo rico con lo pobre, la civilización con el atraso, y muchas otras cosas; es Bogotá. Por lo menos eso pienso yo.
Salía de clase a las 3:45pm; algo tarde a decir verdad, puesto a que se trataba de un viernes.
Quince minutos transcurrieron desde que salí de la universidad a la carrera 13 donde me disponía a tomar un bus que me llevara a Corferias con el fin de seguir estudiando, aún sin importar que fuera un viernes.
Media hora paso antes de que consiguiera mi objetivo. Muchos fueron los buses que de todo tipo y precio se pasaron frente a mi y si no los pare, a los que le saque la mano; no me pararon. Cuando ya me encontraba en camino sabia o por lo menos presentía que el viaje iba ser largo; pero no me imagine que tanto. No era la primera vez que visitaba corferias y mucho menos la primera vez en que en esa misma avenida* iba coger dicho bus; por lo tanto ¿qué podía pasar?
Cuando reconociera la estatua de Jaime Garzón que me ubicaba de cierta forma al lugar donde debía llegar, me prepararía a bajarme, sin embargo el bus seguía y seguía derecho, razón por la cual me empecé a asustar, pues cada vez se alejaba más del recinto ferial. Por mi mente paso el siguiente pensamiento “Si en el cartel decía Corferias era porque en algún momento debía pasar por allí”; sin embargo dicha cosa nunca paso. Metro a metro el bus iba quedando desolado hasta el punto de quedar en él solo el conductor, el ayudante y yo. De un momento a otro entramos a un parqueadero de puros buses; fue allí donde entendí que el recorrido había terminado y yo aún no lograba llegar a la feria.
En ese momento el conductor se voltea, nos quedamos mirándonos como diciendo; bueno y ahora ¿que? Acá ya no hay a donde ir; fue en ese momento cuando le dije:
-Ando algo perdida- dije con voz entrecortada a punto de soltar lágrimas de mis ojos
-¿A donde iba?- me pregunto el hombre
-Tenia la intención de ir a corferias, vi que paso por detrás pensé que me dejaría cerca pero no fue así y luego no supe que hacer.
Con cara de lastima me aclaro que en el tablero efectivamente decía corferias pero eso quería decir que pasaba por dicho barrio pero no necesariamente por el recinto ferial, que era en ultimas el lugar al que yo debía llegar. Fue ahí donde entendí que por más que crea conocer Bogotá aún me quedan muchos lugares por explorar, obviamente no soy de acá y un año de residencia en la capital no me hacen experta en los 1732 kilómetros cuadrados que tiene.
Sin embargo comprendí que aun existe gente solidaria y buena en este mundo y más en una ciudad y un país donde sólo se habla de violencia, guerra, narcotráfico y nada más que cosas malas. El conductor me llevo con otro bus que iba a salir de turno a su recorrido habitual para que me devolviera por decir de alguna forma a la ciudad pues me encontraba en
Finalmente llegue a mi casa viva, salva y con un conjunto de sentimientos encontrados que no sabría describirlos era una mezcla entre el miedo y la alegría de vivir en una ciudad grande y con muchas cosas aún por ver. Y lo mas bueno; conocí Bogotá por solo $1000 lo mismo que ir de la universidad a mi casa; por esa razón me salio gratis el paseo y aunque no pude entrar a la feria mañana como sea me toca ir, pero antes buscare asesoria en el transporte pues quizá esta vez no se repita la misma historia y ahí si podría salirme caro. **
*Avenida: así le llamamos en mi tierrita a lo que en Bogotá son las carreras
**Esta historia la escribí hace exactamente 3 años; cuando estaba recién llegada a Bogotá; a esta fecha ya me ubico más pero esto no quiere decir que la conozca bien, a veces duro horas paseando en transmilenio antes de llegar a una cita
Maria() opina: ¿qué puedo decir? Totalmente identificada con la autora porque también he sufrido la angustia de perderme en Bogotá, sin embargo la ausencia de tildes me hizo dudar acerca de si debía publicar o no la historia.
Matilda califica: tres filetes.
El segundo escritor invitado del día es el señor Juan Holms, un tipo que me cae muy bien a pesar de que es muy poco lo que se puede conocer realmente de él por medio de su diario, Juan Holms fue uno de los primeros que propuso la idea de este concurso y por lo tanto era imposible no recibir una historia suya.
Resulta que con el jefe nos invitaron a una reunión importante un día a las 2 p.m. Con una semana de antelación nos habían dicho; el jefe me había recalcado lo importante que iba a ser y hasta me había mencionado que ese día llevara mi mejor traje: “tráigase su mejor pinta para ese día”
Así que escogí un vestido azul oscuro, con una camisa blanca inmaculada. Que era lo mejor que tenia.
El día llegó y transcurrió normal, el jefe que siempre era un manojo de nervios y que se estresaba fácilmente, me vio por la mañana y como me había aflojado el nudo de la corbata me dijo “pero a la reunión no se vaya a ir así no?” yo le dije “tranquilo jefe ahorita después de almuerzo me arreglo el nudo”.
Me arregle el nudo y me fui a almorzar. Entre a un corrientazo y me dio por pedir un bistec a caballo. Resultó que la carne estaba como dura y en uno de los intentos por cortarla, la bendita salsa salpicó, Juemadre!! me mire rápido y solo me había caído una pizca en la corbata, así que la limpié rápidamente y todo bien. “Mejor no me como esta vaina”, me dije “no vaya a ser que me manche de verdad.”
Terminé de almorzar y me fui a caminar un rato. Pleno centro de Bogota señores y señoras, carrera séptima que a esa hora esta llena de gente. Veía las vitrinas, caminaba y hasta me metí a comerme un helado, estaba de lo más tranquilo, pase la séptima entre a un centro comercial y me metí a un baño.
Cuando me veo en el espejo: Una mancha amarilla, no ni siquiera amarilla, anaranjada intensa, de pura salsa como de tres centímetros de diámetro adornándome el cuello de la camisa!, ni siquiera el saco la podia ocultar. Era la 1 p.m. y la reunión era en una hora, pero teniendo en cuenta el desplazamiento, tenía que estar a la 1: 20 mínimo en la oficina. Al principio casi me da un ataque de pánico, mandiga sea hola, porque me pasan a mi estas idioteces!!., y despues se me vino a la cabeza que el restaurante estaba lleno y me imagine la escena de Juan Holms adornado con una mancha ni la berraca en la camisa almorzando tranquilo delante del todo el mundo y fuera de eso el paseo que se dio por todo el centro exhibiéndole a media Bogotá su mancha en el cuello, que oso!!!. no sabía si ponerme a llorar a o reír
Me toco medio limpiar el cuello, la hijuemadre mancha ya se había secado (claro, la había paseado por el centro y la había “secado la sol”), así que tuve que frotarla duro y dejarla en un amarillo pollito tenue; salir despavorido de allí y meterme al primer almacén de camisas que encontré, para hacer una compra relámpago.
Cuando llegué a la oficina, con la bolsa donde estaba mi camisa manchada (“mi camisa raya”) pase por el lado del jefe y me dijo: “ Huy pero hasta se compró camisa, no era para tanto”… “Jeje si señor, no es que la otra estaba ya como viejita”.
Excelentisima Maria, señoras y señores, blogeros y visitantes "esto solo me pasa a mí".
Maria() opina: jajaja ¡qué pecao! pobre Juan Holms, te imagino paseando por toda la séptima con tu imperceptible manchita en la camisa, me hiciste reír mucho con esa historia.
Matilda califica: cuatro filetes.
Actualización: corregido el asunto de los filetes, es que esto sólo le pasa a Mati.
Etiquetas: Esto sólo le pasa a Julius
La primera historia.. jeje fue como lo que nos pasó a LaVikinga y ami una vez en el bus de envigado.. jejej solo que el señor no fue tan cortez como el de la historia... pero bueno..
La segunda historia.. al menos pudo comprar camisa nueva jajajaja Que pena!