A los 10 años (y general durante toda mi infancia):
Mis hermanos eran felices mortificándome todo el tiempo, se burlaban de mi dentadura hasta hacerme llorar (claro está que yo era soy bastante chillona).
Día tras día inventaban nuevas frases: que mis dientes estaban de fiesta, o se estaban organizando para una foto, que a mí me habían puesto los dientes así: movimiento con la mano como lanzando unos dados, que no me riera porque les rayaba el piso… Y apodos como: dientes de pala, doctor Muelitas, o Bugs Bunny eran parte de mi vida diaria.
A los 12 años:
Las primeras citas con el ortodoncista, después de jijuemil radiografías descubrió que yo no era una dientitorcida común y corriente, no señor, lo mío era más complicado. Mi maxilar inferior estaba unos cuantos centímetros atrás de donde debería estar. A ver, pruebe esto: lleve sus dientes de abajo por delante de los de arriba, ¿sí pudo? pues bien, yo ni siquiera podía ponerlos al mismo nivel.
Santiago, mi ortodoncista, me pronosticó un tratamiento de millón y pico de pesos, dos años como mínimo y la posibilidad de una cirugía más adelante.
A los 13 años:
Empecé el dichoso tratamiento, primero me pusieron los brackets de arriba y seis meses después los de abajo. Sé que muchos han pasado por esta tortura, al principio los labios se llenan de heridas, hay que cargar con cepillo de dientes pa’ todo lado porque después de comer el 80% de la comida sigue atrapada en los frenos, lo más de setsi ¿sí o no?, la cosa empeora con la famosa y para nada bien ponderara “apretada” de los brackets, no por Dios que dolor tan insoportable, a comer gelatinita y sopita mija porque esos dientes no le dan ni para masticar las ideas. A todo lo anterior súmele un novio que también usa frenos y obtenemos unas situaciones de las que ustedes no quieren detalles…
<-- Bueno, pudo haber sido peor jaja.
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A los 15 años:
De hecho, fue una semana antes de “las quince primaveras”… por fin me quitaron esos aparatos del demonio, y uno jura que el martirio ha terminado, pero la verdad es que apenas comienza, cita de control cada 3 meses y hacen su aparición los hermanitos menores de los frenillos, sí señor los (música de terror) ¡Retenedores!
Pero también me llegó el momento de la dulce venganza, porque mis hermanos no es que tengan una sonrisa Colgate, y como yo era el caso más grave fui la única que se hizo merecedora de la ortodoncia. Que rico esto, por fin tenía dientes “perfectos” y les podía devolver todas las burlas que me traumatizaron en mi triste infancia, en Buga hay una clínica de ortodoncia con un letrero que dice: “¿todavía con los dientes torcidos?”, y sagradamente, cada que pasábamos por ahí, mi cuñada o yo le señalábamos el aviso a mi hermano mayor, ole, es que se siente un fresquito.
A los 17 años:
Se supone que ya debería haber dejado de usar los infelices retenedores, pero Santiago analiza la situación y me recomienda seguir usándolos por la noche. Yo que siempre he sido una niña tan juiciosa le hice caso por un tiempo, pero después comencé usarlos una noche sí, otra noche no. El uso de los retenedores se hizo cada vez más esporádico hasta que un buen día, se perdieron los muy desdichados.
A los CASI 19 años:
Mis malditos dientes tienen una memoria excepcional, los de arriba siguen perfectos, y ojalá que así se queden, pero los de abajo han empezado un lento y silencioso proceso de retorno hacia su estado inicial, uno de ellos decidió “romper filas” y dar un paso al frente. Esto sólo me pasa a mí.
Muy seguramente tendré que volver a usar frenos por un tiempo en los dientes de abajo, pero sé que todo esto fue mi culpa por irresponsable, así que si tengo que volver a pasar por la tormentosa ortodoncia no será con plata de mis papás, de modo que “Ortodoncia II, la venganza de los frenos” se aplaza para la próxima, próxima, próxima cosecha.
Etiquetas: Maldita sea mi suerte. Dele. Ríase de mí, Mi hermosa familia
Jajaja yo era vampirito, no te acordas?, bueno el caso es que si, esos retenedores son un martirio y ni modo de evitarlo porque los dientes saben de donde vienen, vuelven a sus raices jajajaja... que estupidez la mia