Para hoy les tengo una historia de Andrés Felipe, rolito él, ingeniero, medio despechado, propietario de “La música no tiene la culpa”. A los que quieran participar por el grandioso premio (un chocorramo), les recuerdo que tienen que enviar sus historias al correo proximacosecha@gmail.com
SÍN TÍTULO
Pues si la señorita Maria escribe muy bien, y le pasan cosas que todos leemos, nos matan de la risa, y que solo le pasan a ella. Pero hoy con este escrito voy por el “chocoramo de oro” y el titulo oficial de solo me pasa a mí 2007, porque en serio dudo que alguien más pueda contar esto.
La historia se remonta por allá a mi primer semestre de universidad, hace unos 6 años largos. Era sábado en la tarde y había quedado de encontrarme con mis amigos en la casa de uno de ellos cerca a Bulevar (sip Bulevar Niza, No Boulevard, o ¿no han visto los buses que van para allá?) para comer, ver un clásico Milan-Inter, y perder un rato el tiempo jugando cartas.
Por aquella época todavía pasaban buses, busetas, flotas, “combis”, colectivos y demás clases de transporte público por
El día estaba caliente de forma casi profética, pronosticado lo que yo que soy un tipo “cachaquisimo” no puedo todavía creer: Bogotá se convertiría en tierra caliente y la gente empezaría a salir a la calle en camiseta manga “tsitsa”, chancla y pantalón cortico con normalidad, que dolor!
En fin; Salí de mi casa y bajé algunas cuadras hasta la “Autonorte”, tomé un bus destartalado de los que cuando uno es un “pubertin” sin plata, son la maravilla porque sobran 200 pesos que pueden ser utilizados para dos chicles tumix, o mejor aun, si uno anda con el espíritu aventurero y decide montarse en “promoción” por la puerta de atrás, puede ahorrarse hasta 500 pesos!! (media cerveza!!!)...
El bus iba casi desocupado, excepto por mí y una señora con cara de emp/$, que seguramente volvía a la casa después de pasar un sábado trabajando hasta esa hora.
Les cuento que siendo yo un poco asocial y jodon , decidí sentarme en la conocida silla de la llanta o del “enano” , en la parte que no es necesario colocarse en posición semi fetal para poder entrar y que en el eventual caso de una frenada brusca, puede dejar el pobre miserable sentado en ella con una lesión severa de columna, es decir mi queridos lectores latinoamericanos que también toman bus, buseta, combi , o colectivo (porque esto es un asunto cultural casi como el “latin dancing”, el fubolito y las novelas) en la que da hacia el pasillo, para de esta forma persuadir a cualquiera posible compañero de viaje de no sentarse a mi lado.
El trancón* por la paralela era insoportable (y en este momento reconozco el gran aporte del “transmi” a nuestra cuidad, eso era un m…rdero!) y el calor adentro era terrible. Recuerdo que el señor conductor llevaba puesto a todo volumen un cassette de corridos que hablaba de una balacera bien jijuemadre con un montón de muertos (por favor hagan click aquí), y ya después de 20 minutos y solo haber avanzado cinco cuadras, yo andaba haciendo mala cara y deseando echarle un madrazo a alguien por el calor y el tedio.
Estaba ahí cuando un tipo por ahí de 35 años, bigote y chaqueta de cuero negro desgastado (igualito a la idea que tiene la chiqui de lo que es un atracador) se subió al bus, miro de un lado a otro, empezó a caminar despacio hacia donde yo estaba, se quedo mirándome, y me dijo:
-Me puedo sentar?
Si mis lectores (o mejor los de Maria), en un bus vacío, con montones de sillas libres, más cómodas, y especialmente sin mi al lado, este señor prefería sentarse en la silla de la tortura. En ese momento, lo único que hice fue girarme un poco casi sin mirarlo para dejar que el míster pasara a mi lado, se sentara y tratar de olvidar todo el asunto.
Increíblemente pocos minutos después de eso, el bus se llenó. Todos los puestos hasta el pasillo estaban repletos de gente acalorada y sudorosa apretándose unos contra otros, pero eso no era lo misterioso del asunto; lentamente pero con fuerza empecé a percibir un olor a cebolla, comino (odio el comino), ajo, grasa…. en resumidas cuentas, a guiso. Si señores, mi compañero de viaje olía a guiso, no a “chucha” (BO) o cualquier otro olor que puede expeler un ser humano, este señor tenia un olor en “increcendo” a guiso, que se acaloraba debajo de su inclemente chaqueta negra, y se volvía mas fuerte alrededor.
Lo confieso, me sentí como un mal ser humano por percibir ese olor a guiso en otra persona, y es que ustedes saben que decirle guiso a alguien no es un piropo, y solo por eso decidí no pararme para demostrar que era un niño prejucioso más.
De pronto, la cremallera de la chaqueta negra al fin bajo acompañada de una gota de sudor que salto de la frente de este hombre hasta el piso. Lentamente vi como metió su mano entre el cuero y su camisa, tomó algo de uno de los bolsillos y lo empiezó a sacar a la realidad. Una extremidad de lo que supongo yo alguna vez fue un ser vivo, se asomo como en la peor escena de una película de terror, envuelta en una bolsa tibia de plástico metalizado húmeda y repleta de pedacitos de pellejos y vísceras: SI, este tipo saco una bolsa llena de menudencias de pollo y se las empezó a comer de forma despiadada a mi lado.
Es que aunque de un tiempo para acá me he tratado de volver un hombre cosmopolita, y he probado cosas que hace un año ni se me hubiera ocurrido poner en mi boca (de comer!!!!), las menudencias de pollo definitivamente están fuera de mis elecciones gastronómicas. Las menudencias de pollo tienen para mi, algo perturbador atado a ellas: los corazoncitos**, higaditos, crestas (cresticas?), cabezas de aves con los ojos abiertos y cerebros sancochados, pero especialmente las patas arrugadas con uñas largas, que tienen la extraña propiedad de siempre salirse del recipiente que las contiene como queriéndose escapar, asemejándose al zombie de una película de terror que trata de huir del estomago de un comensal cualquiera, me hacen sentir que me estoy comiendo parte de un conjuro de vudú.
En fin mi compañero de silla, colorado por el calor comió y lamió de cada una de los pedacitos amarillentos que tenía en su bolsa plástica, chupo el tuétano de las dos paticas que sobresalían de la bolsa, salpicándome repetidamente del caldo condimentado que escurría de su manjar. Era inevitable, el hambre de este señor solo era comparable con la cantidad de pedacitos voladores de pellejo, guiso y grasa que se esparcían alrededor.
Hay que tener en cuenta que en esa época era yo todavía un niño bien (si! Todavía tenia voluntad!) y ni la universidad Nacional o las malas compañías habían hecho mella en mi, era todavía el nieto de “Rusellita carajo”, que se graduó de un colegio de curas gomelos de la capital. Seguramente si eso me pasa hoy le pido al señor que me deje picar una papita que no este muy untada de neuronas de pollo.
Como todo, la bolsita de menudencias se acabó, mi compañero de viaje término de vaciarla llevándola a su boca y escurriéndola entre sus labios, como cuando uno termina una bolsa de papas fritas y se come las boronas, la guardo en el bolsillo, limpio sus manos en su pantalón, se recostó contra la ventana para dormir hasta cuando yo después de varios empujones y codazos me bajé del bus al llegar mi destino. Obviamente la posibilidad de cualquier salida esa noche se vio destrozada por el olor a cebolla y comino que me poseyó, y que instantáneamente destrozó cualquier posibilidad de rumba o romance ese sábado, porque créanme jamás vamos a ver por TV algo así como: “Menudence’ - by Givenchy”.
Si yo se, es una historia superficial e intrascendente, pero niéguenme que eso, solo me ha pasado a mi…
*O embotellamiento que llaman Güeyes (que internacional soy!)
**Soy casi un ignorante de lo que contiene un plato de menudencias
Maria() opina: buenísimo, me hizo reír mucho esta historia, lo único malo, desde mi humilde opinión, es que se demora mucho en arrancar.
Matilda califica: cuatro filetes y medio.
Y en otras noticias:
Este chuzo está cerrado desde hoy hasta nuevo aviso.
Motivo:
(Está como feito el afiche de este año)
Nos vemos en la próxima cosecha.
Etiquetas: Del pueblito, Esto sólo le pasa a Julius
jajaja si estuvo bueno el asunto y mejor la aclaración del loco en la que dice que lo que se pone en la boca debe ser comida.. venga y luego que mas señor felipe??
jejjej para mi que este es de los mejores relatos ...